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TOMADODE: http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx/sites/ciencia/volumen2/ciencia3/070/htm/sec_9.htm

 

EL ESCENARIO INTELECTUAL EN LA TEOLOGÍA Y
EN LA BIOLOGÍA PREDARWINIANAS

 

La raíz de las concepciones filosóficas y científicas acerca de la vida sobre la Tierra —su origen, su organización, la estabilidad de las formas vivientes, etc.— se ubica en los inicios de la historia de la humanidad. Así encontramos los conceptos de Aristóteles sobre los modelos ideales a los que se conformaban todos los organismos, y de los cuales cada individuo era una variante más o menos accidental. Está también el pensamiento de Anaximandro, quien difundía la idea de que el ancestro del hombre debería haber sido un animal acuático y que la Tierra y sus habitantes descendían del mismo material original. O bien la teoría de Empédocles sobre el origen de los seres vivos, en la que propone la existencia de un universo o reservorio de partes de los organismos (miembros, órganos, etc.), del cual se producirían innumerables combinaciones entre dichos segmentos; las combinaciones "afortunadas", es decir aquellas que producirían plantas o animales reconocibles como normales, serían las que permanecerían, mientras que las combinaciones "erróneas", que darían organismos monstruosos o quimeras, desaparecerían.
Aristóteles y Empédocles no son los únicos pensadores que, de alguna forma, se refirieron a aspectos del posible origen de las especies, de su significado y de su estabilidad o posibilidad de cambio; en la historia de la cultura hay abundantes referencias al respecto. Sin embargo, ninguna de ellas en lo individual o en conjunto forma lo que podría distinguirse como un cuerpo coherente de ideas o hipótesis. Consideradas dentro del dilatado lapso en que fueron propuestas, estas ideas constituyen más bien la expresión de la inquietud intelectual de la humanidad acerca del origen de la vida, del significado de la presencia del hombre sobre la Tierra. No creo que alguna de estas ideas realmente pueda considerarse en sí misma como un antecedente serio en el que Darwin se hubiese basado para iniciar la conformación de sus propias ideas.
El creacionismo, es decir, la corriente de pensamiento religioso que sostiene que el universo, en el que se incluye a nuestro planeta y los seres que lo habitamos, fue creado por un acto especial divino, representó, por siglos, la única explicación válida y aceptada para la civilización judeocristiana, acerca de la vida en la Tierra. Otras religiones también se basan en actos de creación divina para explicar el origen de la vida.
El Génesis era, y es aún para mucha gente, el relato del origen de la Tierra, de la vida en ella y de la presencia del hombre. Por mucho tiempo se creyó que la Tierra era solamente cinco días más vieja que la presencia del hombre en ella. Sin embargo, como esto resultaba cada vez más difícil de aceptar por los fieles o de sostener por la Iglesia, en el siglo XVII James Ussher, un arzobispo irlandés, usó un curioso método para calcular que la Tierra en realidad había sido creada en el año 4004 a.C. Algunos escolásticos aún más curiosos y entusiastas por refinar la precisión bíblica, proponían que el día exacto de la creación había sido el 23 de octubre del mencionado año. Muchas biblias modernas llevan aún impresa la fecha calculada por Ussher al margen del párrafo respectivo del Génesis.
La idea aceptada en las sociedades europeas acerca de la Tierra, además de su juventud era que ésta permanecía inmutable desde su creación, excepto por las modificaciones generadas en su superficie por el diluvio universal.
Respecto a los seres vivos, la idea generalizada y aceptada era que los animales y plantas que vemos ahora eran los mismos que aparecieron sobre la faz de la Tierra el día de la creación en el año 4004 a.C. y que fueron "bautizados" por Adán y rescatados en parejas por Noé en su gran arca, para salvarlos del diluvio. Sin embargo, los constantes hallazgos de organismos fosilizados, diferentes de cualquiera de los seres vivos conocidos, empezaron a despertar inquietudes; había que encontrar alguna explicación a ellos. Se ofrecieron varias respuestas; una fue que probablemente habrían ocurrido varios diluvios y que algunos organismos desaparecían como castigo y lección severos para que la humanidad se comportase dignamente. La otra era que el Creador había decorado piedras con figuras de diversos animales, aunque la finalidad de tal ejercicio artístico rupestre no tenía una explicación clara.
En el ámbito laico, otras ideas se iban desarrollando, pero siempre en acomodo a las restricciones impuestas por el pensamiento religioso. Así surgió el deísmo, corriente de pensamiento impulsada por la Iglesia y dominante por mucho tiempo, que sostenía un vínculo "racional" de Dios con todas las creaturas, vínculo susceptible de comprensión por la razón humana. El deísmo proponía también una visión optimista de la naturaleza, en que la armonía total entre los seres era el principio regulador, así como una concepción antropocéntrica según la cual todo lo creado por Dios era útil y por lo tanto era ofrecido para uso del hombre.
El progresionismo, otra corriente con más elementos laicos, proponía la existencia de una "cadena de los seres", en que cada eslabón era el resultado de un acto especial de creación divina. Esta corriente de pensamiento fue muy popular durante el siglo XVIII y parte del XIX, siendo sostenida por naturalistas y científicos de la talla de Lamarck y de Louis Agassiz, director del Museo de Zoología Comparada (Museum of Comparative Zoology) de la Universidad de Harvard y vigoroso opositor de Darwin.
El pensamiento teológico dominó todas las actividades intelectuales, incluidas desde luego y especialmente las de naturaleza científica, durante los siglos XVII, XVIII y XIX. Existen numerosos y connotados ejemplos de esta influencia en los campos de la astronomía, la medicina y otros. Por ello, Darwin no solamente tuvo que luchar en su fuero interno con el conflicto provocado por esta influencia y retrasar la publicación de su obra sobre el origen de las especies, sino que implícitamente le dio a la creación especial un rango científico en su libro de El origen al contrastarla con la evolución.
Durante los siglos XVI y XVII se inició un profundo proceso de cambio en la concepción del hombre acerca de la naturaleza y de su lugar en ella. La revelación bíblica empezó a dejar de ocupar el lugar de autoridad exclusiva en la explicación de los fenómenos naturales; numerosos descubrimientos, en diversos campos del conocimiento, propiciaban el cuestionamiento de las narraciones bíblicas como explicaciones únicas e incluso válidas, de las características y los hechos observados en la naturaleza. Las ideas de Laplace, Kant y otros científicos y filósofos acerca de la naturaleza del tiempo y del cosmos, desafiaron las explicaciones bíblicas, y comenzaron a aceptarse cada vez más ampliamente entre los círculos intelectuales. Entre otros, hechos tales como el encuentro de los naturalistas con las nuevas y muy diversas floras y faunas descubiertas en los viajes de exploración de los países colonialistas por tierras exóticas y desconocidas, los descubrimientos de nuevos depósitos de fósiles en diferentes estratos geológicos y la evidencia inescapable de la extinción de muchos organismos; los avances en el estudio de la morfología de los organismos, entre otros, constituyeron un claro desafío a las interpretaciones dogmáticas de la idea que la humanidad tenía de sí misma y de la naturaleza que la rodeaba.
Al término del siglo XVIII, el interés creciente de los naturalistas por conocer la enorme diversidad de la naturaleza que se abría ante sus ojos había acumulado una serie de interrogantes que exigían explicación. Ejemplos de interrogantes para las cuales no había respuesta convincente en el esquema conceptual del momento eran, entre otras, el origen de la diversidad biológica y la razón de su ordenamiento en lo que parecía ser un sistema natural; la explicación de las exquisitas adaptaciones de los organismos a las condiciones de su ambiente físico y, en muchos casos, a los otros organismos con los que estaban relacionados; las causas de las aparentes extinciones masivas de organismos; la relación entre especies muy parecidas pero que constituían entidades diferentes, y las razones que explicaban la existencia de órganos vestigiales.

De igual forma, hacia fines del siglo XVIII, las pruebas acumuladas por las observaciones naturalistas produjeron la aparición simultánea de ideas evolucionistas en personas como Johann Wolfgang von Goethe en Alemania, Geoffroy Saint-Hilaire en Francia y el abuelo de Charles Darwin, Erasmus, en Inglaterra.
El creacionismo era cada vez menos satisfactorio como fuente de explicación de las interrogantes anteriores. Por ello, había condiciones para un cambio profundo y más extendido en la concepción de las ideas acerca de la vida, de su diversidad y de las relaciones entre los organismos. El tiempo estaba ya maduro para un nuevo naturalista que tratara estos problemas desde un punto de vista diferente; un punto de vista que inevitablemente entraría en conflicto con el dogma del momento. Siendo aquélla una época rica en naturalistas, Lamarck proporcionó la idea innovadora.

2 Frederick Burkhard y Sidney Smith (comps.), The Correspondence of Charles Darwin, 2 vols., Cambridge, Cambridge University Press, 1985.

 

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