UNA MIRADA QUE VA MÁS ALLÁ DE LAS APARIENCIAS
MI MATRIMONIO FUNCIONA Y TE VOY A CONTAR POR QUÉ
7 OCTUBRE, 2016
Cada día estoy dándole más vueltas a esa expresión popular que determina si un matrimonio “funciona”. La usan unos y otros, incluso los mismos cónyuges que, presos del frenesí del moderno capitalismo, meten a su realidad matrimonial en una espiral funcional y utilitaria como si de una cadena de producción se tratara.
Señores y señoras, los matrimonios no funcionamos. Los matrimonios somos. Pero por si acaso no lo entendéis, voy a daros unas pinceladas, sirviéndome del lenguaje al uso, de mi propia realidad, humilde y valiosa, que, desde mi absoluta confianza, estoy seguro que Dios acoge y ama con apasionada ternura.
Mi matrimonio funciona porque mi mujer y yo somos distintos. Parece una obviedad pero a mí me cuesta aceptar toda la hondura de esta realidad. Somos distintos porque cada uno es único e irrepetible, ambos imagen de Cristo. Somos distintos porque somos hombre y mujer. Somos distintos porque nuestros cuerpos son diferentes, porque saboreamos la vida de distinta manera, porque miramos lo que tenemos delante con genuina mirada, porque escuchamos a los otros y a Dios con diferente intensidad, porque acariciamos con estilos distintos, porque el perfume que dejamos al pasar… huele a flores diversas. Porque lo que pensamos y aquello, incluso, que nos preocupa o angustia es distinto.
Mi matrimonio funciona porque mi mujer y yo no estamos de acuerdo en todo, tenemos hobbies distintos y no somos el uno para el otro como perfectas piezas de un puzzle determinado donde, simplemente, cuadramos como si estuviéramos diseñados de fábrica. Mi matrimonio funciona porque mi mujer y yo no somos nuestra media naranja, porque chocamos, porque sacamos al otro de su perímetro vallado, porque no nos completamos el uno al otro, porque ya estamos completos uno y otro.
Mi matrimonio funciona porque no nos llamamos ni mami ni papi, ni mamá ni papá, el uno al otro, porque nuestros hijos no llenan aquello de lo que carece el matrimonio, porque sabemos que no son nuestros, porque no los necesitábamos ni los necesitamos ahora. Mi matrimonio funciona porque seguimos siendo pareja, porque nos situamos en el centro de la familia y porque muchas veces olvidamos esto y lo tenemos que recuperar a base de salirnos del círculo vicioso de las tareas diarias que hay que completar. Funciona porque nuestros tres hijos han sido creados, buscados, amados… hasta las últimas consecuencias, porque el amor no entiende de caminos a medias.
Mi matrimonio funciona porque en la familia vivimos nuestra finitud, nuestra imperfección, nuestro desorden, nuestros mutuos descentramientos, nuestra diferencia aceptada y sostenida con amor en la tensión, nuestros abrazos sin causa, nuestros te quiero sosegados, nuestros apasionados desencuentros, nuestra generosa disposición y apertura a perdonarnos mutuamente, nuestra misericordia limitada al amparo de una Misericordia mayor, nuestras preguntas y nuestras respuestas, nuestro camino compartido, nuestra casa abierta, nuestra mesa alrededor de la cual reunirnos, nuestra oración encarnada, nuestra pasión y nuestra cruz cotidiana.
Mi matrimonio funciona porque quiere hacerlo, porque tiene crisis a las que mi mujer y yo, y los niños, buscamos soluciones. No hay valentía mayor, ni mayor lealtad, ni mayor fuerza, que afrontar la debilidad propia y la mutua. No, no es mejor el que no duda, el que no cae. Experimentar la permanente sensación de que uno no es todo lo “bueno” que le gustaría y descubrir que, aún así, es capaz de darse y amar al otro y recibir del otro su entrega gratuita, imperfecta. Sentir la ternura y la suavidad de caminar a tientas agarrado de una mano conocida que se arruga con los días…
Mi matrimonio funciona porque la cama es lugar donde albergarnos en nuestra totalidad. Es un mundo entero hecho a escala donde mi mujer y yo nos habitamos mutuamente, donde hay banquete y fiesta, donde la diversión y el placer es también descanso y donde el descanso se vive en compañía; el lugar predilecto para ser quien uno es, sin máscaras ni tapujos y para amar cada poro, cada rincón, cada lunar… La cama es el lugar donde amar el todo en cada parte.
Mi matrimonio es, simplemente, polvo, arcilla, tierra modelada… pero modelada por las manos de Dios y animado por su Espíritu. Tierra sí, pero tierra sagrada.
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