Para Conocer Más "Para saber que sabemos lo que sabemos, y saber que no sabemos lo que sabemos, hay que tener cierto conocimiento." Nicolás Copérnico

MADRE TERESA DE CALCUTA SINÓNIMO DE MISERICORDIA

 

 

«Imagen del Buen Samaritano, se acercaba a cualquier lugar para servir a Cristo en los más pobres entre los pobres. Ni los conflictos ni las guerras lograban detenerla. […] Contemplación y acción, evangelización y promoción humana: la Madre Teresa proclama el Evangelio con su vida entregada por entero a los pobres, pero, al mismo tiempo, envuelta en la oración.» (San Juan Pablo II)

«Con el testimonio de su vida, la Madre Teresa recuerda a todos que la misión evangelizadora de la Iglesia pasa a través de la caridad, alimentada en la oración y en la escucha de la palabra de Dios»,decía el Papa Juan Pablo II en la homilía de la Misa de Beatificación de la Madre Teresa de Calcuta. Ella es una entera manifestación de la Misericordia divina, ella es ejemplo de misericordia para toda la Iglesia misionera.

La palabra “misericordia”, viene del latín “misere”, que significa “miseria, desdicha o necesidad”; de “cor”, “cordis” que significa “corazón”; e “ia”, que quiere decir “hacia los demás”; así, la misericordia es volcar el corazón hacia la necesidad o miseria del prójimo. Para el cristiano, es hacerse prójimo del abatido, del enfermo, del necesitado, del que no puede valerse por sí mismo, e incluso del que está lejos del Amor de Dios, como el Buen Samaritano; sentir con el otro desde el Corazón de Jesús.

Seguía diciendo San Juan Pablo II sobre la Beata Teresa de Calcuta: «Imagen del Buen Samaritano, se acercaba a cualquier lugar para servir a Cristo en los más pobres entre los pobres. Ni los conflictos ni las guerras lograban detenerla. […] Contemplación y acción, evangelización y promoción humana: la Madre Teresa proclama el Evangelio con su vida entregada por entero a los pobres, pero, al mismo tiempo, envuelta en la oración.»

¡Gran maestra de la Caridad y la Misericordia es esta bienaventurada mujer! Su grandeza radica, paradójicamente, en su pequeñez, en su afán por hacerse la última, esclava de todos, la olvidada; mujer de contemplación y acción, que vivió en la radicalidad del cumplimiento del mandamiento del Amor. ¿De dónde sacaba esta mujer admirable tanto Amor para ofrecer a las almas? Simple, ¡del mismo Amor de Dios! ¡Del mismísimo Corazón de Jesús, fuente de Misericordia para la humanidad!

La Madre Teresa es una entera manifestación de la Misericordia Divina. Configuró de tal manera su propio corazón al de Jesús, que podríamos ver reflejada su obra en la descripción del Corazón de Dios que hace Oseas: “¡Mi corazón está conmovido, lleno de compasión por ti!” (Os 11, 8). El corazón de la Beata, como el de Dios, se convulsiona, se conmueve, se estremece de compasión ante la miseria de los hijos y genera en ella un sentimiento violento de Amor que genera responsabilidad ante el caído; unida en todo al Señor, incluso a Su Pasión y Sufrimiento, viendo en los más pobres el cuerpo mismo de Cristo, y viviendo en carne propia la pobreza, el sufrimiento y el olvido.

Todo esto no es trabajo fácil, eso de “amar hasta que duela”, ¡he ahí lo maravilloso de la Misericordia encarnada en la figura de esta pequeña mujer de Dios! No es nada sencillo, pues requiere de completa y radical entrega y disposición, de un entero sometimiento a la Voluntad de Dios para dejarle moldear tu alma a Su querer.

Pero la Gracia de Dios no nos abandona y no pide de nosotros una tarea imposible en la que nos deje solos. El secreto de la práctica perfecta del Amor y la Misericordia, el cual descubrió y se esforzó en seguir la Madre Teresa, está en este inseparable binomio esbozado por San Benito que debería ser el lema de todo cristiano, “ORA ET LABORA” (reza y trabaja):

 

1. ORA: La oración es indispensable en la práctica del Amor, pues sin una relación sólida y firme con Dios, sin un sentido de responsabilidad con Él, sin un Amor madurado en el diálogo de Amistad con Cristo, no nos será posible salir de nosotros para encontrar en el hermano el Rostro de Dios. En palabras de la misma Beata Madre Teresa de Calcuta: «Orar a Cristo es amarlo y amarlo significa cumplir sus palabras. La oración significa para mí la posibilidad de unirme a Cristo las 24 horas del día para vivir con Él, en Él y para Él. Si oramos, creemos. Si creemos, amaremos. Si amamos, serviremos».

2. LABORA: La verdadera oración, la que “brota del corazón y es capaz de tocar el Corazón de Dios”, como decía Teresa de Calcuta, siempre mueve a la acción, es tan potente que nos impulsa al servicio, es capaz de obrar en nosotros lo que nos parece imposible: el milagro de amar. Porque «El amor no puede permanecer en sí mismo. No tiene sentido. El amor tiene que ponerse en acción. Esa actividad nos llevará al servicio».

No olvidemos nunca esta gran verdad que nos recuerda la Beata Teresa de Calcuta: «Dios siempre cuida de sus criaturas, pero lo hace a través de los hombres. Si alguna persona muere de hambre o pena, no es que Dios no la haya cuidado; es porque nosotros no hicimos nada para ayudarla, no fuimos instrumentos de su amor, no supimos reconocer a Cristo bajo la apariencia de ese hombre desamparado, de ese niño abandonado».

Este es un tiempo propicio para revisarnos. Como cada Adviento y en cada instante de nuestra vida hasta la eternidad, estamos en la espera vigilante de ese Advenimiento del Niño Dios, que viene a enseñarnos a amar, a amar de veras: Sin miedo, sin asco, sin pena, sin excusas, sin medidas. Y en esta espera, vamos preparando nuestro corazón para que sea ese pesebre humilde, sencillo, tierno y sagrado donde María pueda recostar el cuerpo frágil y pequeño de su Jesús.

Esta es la hora de hacernos las preguntas del Venerable Fulton Sheen: «Enséñame tus manos, ¿tienen cicatrices por tu entrega? Enséñame tus pies, ¿están heridos por tu servicio? Enséñame tu corazón, ¿has dejado un lugar para el Amor de Dios?». Que cuando llegue Jesús, en el rostro de un niño pequeño abandonado, en el pequeño cuerpecito en formación de un bebé en peligro de ser abortado, en las manos de un necesitado, encuentre posada en tu corazón, para nacer y morar ahí, junto a María y José, como la encontró en el corazón urgido de Amor de la Madre Teresa.

Esta valiente mujer nos demostró que el necesitado es el lugar donde tenemos que estar amando. Hoy, con el increíble ejemplo de Teresa de Calcuta, Jesús nos dice como le dijo a aquel maestro de ley, que le hizo la pregunta “¿Quién es mi prójimo?”, luego de responderle con la parábola del Buen Samaritano: “Ahora ve y haz tú lo mismo” (Lc 10, 37).

“Nuestra admiración a esta pequeña mujer enamorada de Dios, humilde mensajera del Evangelio e infatigable bienhechora de la humanidad. Honremos en ella a una de las personalidades más relevantes de nuestra época. Acojamos su mensaje y sigamos su ejemplo. Virgen María, Reina de todos los Santos, ayúdanos a ser a ser mansos y humildes de corazón como esta intrépida mensajera del Amor. Ayúdanos a servir con la alegría y la sonrisa a toda persona que encontremos. Ayúdanos a ser misioneros de Cristo, nuestra paz y nuestra esperanza. ¡Amén!” (San Juan Pablo II, homilía de la Beatificación de la Madre Teresa de Calcuta).

 

ORACIÓN PARA APRENDER A AMAR, de la Beata Madre Teresa de Calcuta

“Señor, cuando tenga hambre, dame alguien que necesite comida;

Cuando tenga sed, dame alguien que precise agua;

Cuando sienta frío, dame alguien que necesite calor.

Cuando sufra, dame alguien que necesita consuelo;

Cuando mi cruz parezca pesada, déjame compartir la cruz del otro;

Cuando me vea pobre, pon a mi lado algún necesitado.

Cuando no tenga tiempo, dame alguien que precise de mis minutos;

Cuando sufra humillación, dame ocasión para elogiar a alguien;

Cuando esté desanimado, dame alguien para darle nuevos ánimos.

Cuando quiera que los otros me comprendan, dame alguien que necesite de mi comprensión;

Cuando sienta necesidad de que cuiden de mí, dame alguien a quien pueda atender;

Cuando piense en mí mismo, vuelve mi atención hacia otra persona.

Haznos dignos, Señor, de servir a nuestros hermanos;

Dales, a través de nuestras manos, no sólo el pan de cada día, también nuestro amor misericordioso, imagen del tuyo.” ¡Amén!

Artículo escrito por nuestra colaboradora y católica con acción Eglis Cayama

 

 

 

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