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LA BIBLIA

NOS TRANSFORMA Y NOS SANA

 

Estas líneas espero que sirvan como un recordatorio a todos nuestros lectores en el Portal de Iglesia e Historia  acerca de  cómo debemos leer la Palabra de Dios  ( la Biblia) y hacerla nuestra, estamos celebrando el MES DE LA BIBLIA.

 

Como es Palabra de Dios, no debe ser leída como se lee un libro cualquiera, sino con amor y mucho respeto.  Hay que pedir con gran humildad la asistencia del Espíritu Santo para comprender lo que Dios nos dice en su Palabra, hacerlo diariamente pues es nuestro alimento espiritual.  Elegir un lugar y momento adecuado,  es decir, fijar lugar y hora.  No debemos compartir esos momentos con otra cosa o persona que nos pueda distraer.   Si somos constantes, la Palabra de Dios nos irá transformando,  sanará nuestra vida y seremos mejores servidores de nuestros hermanos.

 

A continuación transcribo el DECALOGO PARA LEER CON PROVECHO LA SANTA BIBLIA que Don Mario de Gasperín, hoy Obispo Emérito de Querétaro,  escribió:

 

Nunca creer que somos nosotros los primeros que han leído la Santa Escritura.  Muchos, muchísimos la han leído, meditado, vivido, transmitido.  Los mejores intérpretes de la Biblia son los Santos.

La Escritura es el libor de la comunidad eclesial.  Nuestra lectura aunque sea a solas, jamás podrá ser en solitario.  Para leerla con provecho hay que insertarse en la gran corriente eclesial que conduce y guía el Espíritu Santo.

La Biblia es “Alguien”.  Por eso se lee y celebra a la vez.  La lectura mejor de la Biblia es la que se hace en la Liturgia.

El centro de la Santa Escritura es Cristo, por eso, todo debe leerse bajo la mirada de Cristo y cumplido en Cristo. Cristo es la clave interpretativa de la Santa escritura.

Nunca olvidar que en la Biblia encontramos hechos y dichos, obras y palabras íntimamente unidas unas con otras.  Las palabras anuncian e iluminan los hechos y los hechos realizan y confirman las palabras.

Una manera práctica y provechosa de leer la Escritura es comenzar con los santos Evangelios, seguir con los Hechos y las Cartas e ir entreverando con algún libro del Antiguo Testamento, Génesis, Éxodo, Jueces, Samuel, etc.  No querer leer el libro del Levítico de corrido por ejemplo.  Los Salmos deben ser el libro de oración de los grupos Bíblicos.  Los Profetas son el “alma” del Antiguo Testamento, hay que dedicarles un estudio especial.

La Biblia se conquista como la ciudad de Jericó: dándole vueltas.  Po eso, es bueno leer los lugares paralelos.  Es un método entretenido pero muy provechoso.  Un texto esclarece al otro, según aquello de San Agustín:  El Antiguo Testamento queda patente en el Nuevo y el Nuevo está ya latente en el Antiguo.

La Biblia debe leerse y meditarse con el mismo Espíritu con que fue escrita.  El Espíritu Santo es su autor principal y es su principal intérprete.  Hay que invocarlo siempre antes de comenzar a leerla y al final, dar gracias.

Nunca debe utilizarse la Santa Biblia para criticar y condenar a los demás.

Todo texto bíblico tiene un contexto histórico donde se originó y un contexto literario donde se escribió.  Un texto bíblico, fuera de su contexto histórico y literario, es un pretexto para manipular la Palabra de Dios.  Esto es, tomar el nombre de Dios en vano.

Escuchamos con frecuencia que hoy en día Dios ya no habla en nuestro mundo; está callado,¡¡¡ Nada más erróneo¡¡¡ Dios siempre ha hablado y sigue hablando a los hombres a través de su Palabra.  La Biblia no es letra muerta, nos interroga, nos interpela, nos amonesta, nos enseña y que mejor catequesis que asistir a la Santa Misa y estar muy atentos a la homilía.

 

El padre Antonio Rivero, L.C. nos propone el siguiente orden para leer la Biblia usando un ejemplo de San Jerónimo uno de los Doctores de la Iglesia Latina que tradujo la Biblia desde las lenguas originales: hebreo, arameo y griego, al latín, idioma más popular en el Imperio Romano:  “San Jerónimo, escribiendo a una madre llamada Lea para que aconseje a su nieta le dice:  cerciórate de que cada día estudie algún pasaje de las Escrituras... primero el libro de los Salmos que son fáciles para orar y reflexionar con Dios, luego los Proverbios en donde encontrará reglas de vida.  El Eclesiastés le enseñará a despreciar los bienes de este mundo, el libro de Job será modelo de fuerza y paciencia.  Después pasará a los Evangelios que deberá tener siempre entre sus manos.  Pasará después a los Hechos de los Apóstoles, las Epístolas de San Pablo y de los otros Apóstoles.  Después aprenderá los Profetas, el Pentateuco y los libros históricos y terminando con el Apocalipsis y el Cantar de los Cantares.

 

Aquí ya tenemos dos caminos para iniciarnos en la lectura de la Biblia  ojalá que podamos ser entusiastas y fieles para iniciar el camino de nuestra transformación y que seamos fuente de ejemplo para nuestra familia y amigos pero más benéfico será leer la Biblia en compañía  de la Iglesia no buscando un entendimiento diferente y privado sino el mismo que el Santo Espíritu dio a los Apóstoles y que han transmitido a la Iglesia Católica, por eso los invito a asistir con mayor asiduidad a la Santa Misa, no sólo los domingos o fiestas de guardar sino el mayor número de días que podamos hacerlo así como todos los días necesitamos del alimento material para subsistir, necesitamos del alimento espiritual para estar “sanos”.

 

 

 

 

SILVIA MADRIGAL HERNÁNDEZ

Septiembre 2013

 

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