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JEAN MARIE PIERRE GUITTON  (1901-1999)

PENSADOR CATÓLICO

 

 

 

Jean un pensador que llenó el siglo XX desde su nacimiento hasta su muerte. Una de las primeras reacciones tras su muerte fue la del presidente francés, Jacques Chirac, quien lamentó haber perdido "un amigo muy querido y preciado" y "un hombre que, más que un filósofo, era un maestro. Buscó a Dios y el sentido de las cosas durante toda su vida".

 

Jean está considerado un gran filósofo católico del siglo XX. Fue un intelectual que nunca puso su fe en duda, sino que la erigió en su más íntima compañera, tan natural como su sombrero de fieltro o su bastón. Jean Guitton era conocido como el philosophe catholique.

 

El académico y filósofo católico francés Jean Marie Pierre Guitton nació en Saint Étienne y murió en París a los 98 años, en el hospital militar de Val-de-Grace. Egresó de la Escuela Normal Superior. En 1933 presentó su tesis doctoral sobre "El tiempo y la eternidad en Plotino y San Agustín", que causó gran impresión, y la Universidad le abrió sus puertas.

 

Desde 1956 enseñó en la Sorbona. Fue el único laico autorizado a participar en la segunda sesión del Concilio Vaticano II, en 1962, para el que fue invitado especialmente por el papa Juan XXIII. Su pensamiento estuvo influido por Platón, Bergson y M. Pouget. Fue uno de los máximos representantes del pensamiento católico moderno.

 

Tras el Concilio Vaticano II, Jean publicó "La Iglesia y los laicos" y "Diálogos con Pablo VI", de quien fue amigo por más de 30 años. Conoció a Henri Bergson, Paul Valéry y fue profesor del filósofo marxista Louis Althusser, por quien profesaba gran afecto.

 

Entre sus vasta producción de una treintena de obras cabe destacar:

La philosophie de Newman. Essai sur l'idée de développement (1933),

La pensée moderne et le catholicisme (cinco vols., 1936-39),

Le nouvel art de penser (1946),

Le problème de Jésus et les fondements du témoignage chrétien (1947),

Essais sur l'amour humain (1948),

L'existence temporelle (1949),

 La vocation de Bergson (1960),

De la signification du cosmos(1966),

Leçons de captivité (1968),

La pensée et la guerre (1969).

Mi testamento filosófico (1997) y

Ultima verba (1998).

 

 

En medio de un ambiente filosófico francés generalmente hostil, Jean, doctorado en letras, supo ganarse el respeto de todo el mundo, era una persona querida, estimada, más allá de sostener posturas muchas veces diametralmente opuestas a lo «normal» por entonces. Y llámese en este caso «normal» el ateísmo, el marxismo, el relativismo.

 

Su estudio filosófico se cifró en la relación del pensamiento moderno con el catolicismo. Elaboró una metafísica que acentúa la nota fundamental de la condición humana y del mundo: el tiempo. Publicó diversos ensayos sobre letras, filosofía y su historia, y estudios sobre filosofía de la religión.

 

"Antes de dejar este mundo, quisiera expresar solemnemente, íntimamente, profundamente, a mis amigos españoles lo que les debo. Porque gracias a España conocí a los grandes místicos. En la parte más alta de mí mismo, debo a España lo que tengo de más íntimo". Así se expresaba Jean.

 

Fue catedrático de Filosofía antes de ser enviado como prisionero a Alemania, entre 1940 y 1945. Jean estuvo recluido en el campo de concentración para oficiales de Elsterhost: "Entré en cautividad -dirá recordando aquella experiencia- como se entra en un monasterio". Al finalizar la guerra retomó sus estudios universitarios en Dijon, entre 1948 y 1954, y posteriormente obtuvo la cátedra de Filosofía e Historia de la Filosofía en la Sorbona, entre 1955 y 1968.

 

Jean Ingresó en la Academia Francesa de Letras, de la que era el decano, en 1961. Ocupó el sillón de León Berard. Fue un gran Estudioso de la Biblia, investigador del pensamiento de Pascal y de San Agustín. Después de Jacques Maritain fue el pensador cercano a la Iglesia que tuvo mayor influencia en el siglo XX.

 

Jean estaba convencido de la importancia y necesidad de los laicos en la Iglesia, de hombres y mujeres que vivieran su fe en las circunstancias históricas concretas. Esta es la única forma de ser un "creyente moderno", capaz de "restablecer el puente entre los modernos sin fe y los creyentes sin espíritu moderno".

 

Escribió "Mi testamento filosófico" (Encuentro, 1998), donde imagina su muerte, su entierro y su juicio. Jean comienza así su testamento: "La noche de mi muerte ocurrieron cosas extrañas en mi apartamento parisino. Todo empezó cuando yo agonizaba tranquilamente. Era centenario o poco me faltaba. No sufría ni me angustiaba nada y, mientras me apagaba, pensaba. Pero también esperaba". Es así como deseaba que ocurriese y así ocurrió; Guitton murió casi centenario, aunque no fue en su apartamento, como exigía la ficción literaria, sino en el hospital de Val-de-Grace de París.

Entre otros reconocimientos, Jean  recibió el título de comendador de la Legión de Honor francesa y la Gran Cruz de San Gregorio el Grande, la más alta distinción del Vaticano.

 

Existen dos tipos de verdades en la fe. Las verdades de tipo vertical son las verdades que Jesús llamaría duras, cuando decía: «Esta palabra es dura»; son las verdades difíciles, como el llamamiento a cargar con la cruz, a no ceder ante las potencias.

 

Por otra parte, existen unas verdades de tipo horizontal, por ejemplo, las que nos impulsan a vivir, a amarnos, a amar, a trabajar, a acrecentar en nosotros, alrededor de nosotros, la felicidad. Y desde luego es bueno decir a los espíritus tentados con pensamientos taciturnos que tienen el deber de ser dichosos. Amar a Dios es un llamamiento vertical. Amar al prójimo, horizontal. Los dos caminos son idénticos, ya que Dios es indivisible. Pero únicamente los creyentes, los adoradores, pueden cumplir el acto vertical.

 

¿A su juicio cual fue la revolución histórica más importante? Yo creo que para bien el cristianismo, para mal la revolución francesa, ya que hizo que la gente pensara que todo eran derechos y no había obligaciones.

 

Para Guitton, el de Dios es el problema capital, aquél que da sentido a todas las reflexiones sucesivas, a las inquisiciones fervientes en busca del sentido. Aún a aquellas ligadas a la persona de Jesús y la del rol y la legitimidad de la Iglesia. Y así podemos preguntarnos, pero ¿quién es Dios para Jean? A la pregunta el filósofo responde básicamente en dos tonos: uno más intelectual y otro más orante, más íntimo: “ser trascendente (…) capaz de amar y de juzgar a los hombres, distinto del mundo aunque presente íntimamente en este mundo” . Dios personal que no se agota en la idea panteísta del Cosmos divinizado, en la figura de un dios que hubo o que vendrá, sino que es un Ser personal “con el cual puedo sostener un diálogo (…) en frente del cual puedo encontrarme un día cara a cara en una radiante o espantosa soledad”.

 

 

TOMADO DE:

http://www.conocereisdeverdad.org/website/index.php?id=3669

https://www.aceprensa.com/articles/jean-guitton-un-siglo-una-vida/

http://www.biografiasyvidas.com/biografia/g/guitton.htm

 

 

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