GUSTAVE THIBON (1903 - 2001)
PENSADOR CATÓLICO
El escritor y filósofo francés, Gustave Thibon (1903-2001), en una veintena de libros afrontó, con la radicalidad de una experiencia religiosa tamizada por la historia europea contemporánea, los grandes interrogantes de la existencia cristiana: la presencia de Dios en la vida, el amor, la fe, la gracia y la persona humana.
Gustave se definía así: "un campesino que nunca ha abandonado su pequeña propiedad agrícola situada en la ribera del Ródano y sobre las primeras estribaciones de los Ardèches donde su familia se instaló, hace ya tres siglos, y donde su hijo continúa su tarea secular.
Todo su entrenamiento se realizó fuera del sistema universitario. A los trece años, en 1916 dejó la escuela con un certificado de la escuela primaria para ayudar a su abuelo en el viñedo de la familia. Con una biblioteca que tuvo a su disposición, ganó una cultura y coherencia a gran escala de las lenguas clásicas y modernas, la biología, la economía, las matemáticas, así como la historia, la literatura, la teología y la filosofía . La soberanía enciclopédica que alimentó su mente y agudizó su juicio lo hizo, a través de la línea de tiempo, contemporáneo de las grandes mentes de la Edad Media ( Isidoro de Sevilla , Rabano Mauro ) y Renacimiento ( Pico della Mirandola ).
Santo Tomás de Aquino y San Juan de la Cruz fueron sus maestros espirituales. En 1931 se convierte en un Oblato de Carmel. En ese entonces, Jacques Maritain le abrió las columnas de revistas como Revisión tomista, el Journal of Philosophy, y puso en marcha su primer libro, un ensayo sobre el metafísico y psicólogo alemán Ludwig Klages, La ciencia del carácter ( 1933 ). Desde 1930, sigue escribiendo en numerosas revistas ( Los estudios carmelitas en particular, pero también de orientación, la vida espiritual, Civilización ).
En 1939, Gabriel Marcel (1889-1973), convertido al catolicismo, publicó una colección de sus artículos divulgados en 1940 , Diagnóstico, y es su primer libro para llegar a una amplia audiencia. Este libro fue la fuente de malentendidos.
Dos filósofos franceses poco conocidos por el público en general, pero de gran envergadura humana e intelectual, Gustave Thibon y Simone Weil (1909-1943), se encontraron en los años turbulentos y terribles de la Segunda Guerra Mundial, cuando la familia Weil, por ser judía, se había visto obligada a huir de París a Marsella para, desde allí, dar el salto hasta los Estados Unidos, donde les aguardaba André, el hermano de Simone.
A través del padre Joseph-Marie Perrin, al que conoció Simone por una de sus amigas, Hélène Honnorat, pudo ponerse en contacto con Gustave Thibon, que tenía junto con su padre una granja familiar en Saint-Marcel d´Ardèche. El padre Perrin, cuya amistad se había afianzado con Gustave Thibon, le pidió que aceptara a Simone como obrera agrícola. Al hacerlo, era consciente de que, a pesar de las desavenencias políticas entra ambos, Thibon tenía la talla suficiente para dialogar con una mujer como Simone en temas tanto de filosofía como de teología.
Simone encontró en la granja de Saint-Marcel no sólo la amistad de Thibon, sino a su padre y esposa, una casa en la que vivían tres personas que se amaban. Seguramente de esta experiencia de amor hablaría Thibon en sus escritos. Allí pudo tener Simone, gracias a la gentileza de Thibon, un contacto real no sólo con ellos tres, sino con todo el país, con su paisaje y, sobre todo, pudo vivir la experiencia de la vendimia, que era lo que ella deseaba en esos momentos.
Pero ¿cuáles fueron las primeras impresiones de Thibon, al ver aparecer a Simone? La vio como un ser extraño que nada tenía que ver con su manera de sentir y de pensar. Estrafalaria en su vestimenta y equipaje, ajena a lo real, algo envejecida para su edad, pero con una profundidad y pureza en su mirada que le impresionó. Sin embargo, Thibon no se dejó llevar por esas primeras apariencias y supo ir descubriendo en Simone todos sus valores e inteligencia.
¿Cuál fue el motivo que puso en comunicación a estos dos seres de gran sencillez y profundidad intelectual y espiritual? La razón hay que encontrarla en la propia vida y pensamiento de Simone Weil. Profesora de Filosofía de Liceo, estaba llena de inquietudes sociales, que la llevaron no sólo a participar en acciones sindicales, sino a querer vivir las mismas condiciones de los obreros de las fábricas. Para ello dejó sus clases y trabajó como obrera durante algunos meses; minuciosamente lo cuenta en su Diario de fábrica y en su carta a Jules Romains, Experiencia de la vida de fábrica.
Para Simone el centro de una civilización humana perfecta, su utopía política, tendría que estar en el trabajo físico. Pero no tal y como se venía realizando en las fábricas: en cadena, por piezas, sin dejar iniciativa a la persona, y vacío de pensamiento, sino un trabajo que permitiera la atención, la iniciativa y, en definitiva, la reflexión y el orgullo de haber contribuido con una labor importante. Estas mismas inquietudes las traspasó al trabajo físico de los campesinos, y ella misma, estando en Marsella (1941), quiso tener la experiencia de obrera agrícola trabajando en una granja.
En dos ocasiones, en la década de 1940 y principios de 1960, Gustave fue el centro de atención de la noticia, porque su mente entró en consonancia con las preocupaciones inmediatas de la época y la ideología de moda: Reflexiones sobre las causas de la caída de Francia y "volver a la Tierra" en 1940.
Según María del Carmen Dolby Múgica, catedrática de Filosofía de Instituto, e investigadora del Pensamiento clásico, en la Universidad de Navarra, Gustave era como alguien que es portador de una verdadera vocación espiritual, llena de fe, de desinterés y de ascetismo que, en ocasiones, volvía locos o hacía desesperar a los que la rodeaban.
Descubrió en ella a una persona que respondía a una realidad sobrenatural en lo más profundo de su yo, al otro lado de lo terrenal. Thibon, hombre creyente y espiritual, no pudo por menos de darse cuenta de todos estos valores de los que Simone era portadora. Fue consciente, es verdad, también de su obstinación e inflexibilidad, y de su forma de ser algo distante, y quizás de su único vicio, el tabaco.
Pero ¿cuáles fueron los temas de conversación que los llevaron a una profunda amistad? Sin duda alguna, los espirituales y filosóficos. Les unieron siempre sus inquietudes más profundas, que iban desde Platón hasta la fe cristiana y la recitación del Padrenuestro. Juntos leían a Platón, y Simone le ayudaba a hacerlo en el original griego, dado que Thibon tenía más dificultades al respecto. Platón era visto por ambos como un místico y un precursor del propio cristianismo. Asimismo, Simone que, en aquellos años, vivía intensas experiencias religiosas, aprendió el Padrenuestro en griego, oración que veía como el compendio de todas las peticiones a Dios. Así, queriendo hacer partícipe a Thibon de este descubrimiento, le abrió el Nuevo Testamento en el original griego en la página del Padrenuestro del evangelio de San Mateo. Los dos estuvieron de acuerdo en admirar la fuerza y la belleza de esta oración, y decidieron grabarlo en su memoria. En la Espera de Dios, Simone cuenta cómo al recitar esta bella oración Cristo mismo se le hacía presente.
La amistad también les llevaba a críticas y discusiones. En una ocasión Simone, que se llevó algunos escritos de Thibon, no dudó en hacerle ver todo aquello que le parecía inapropiado, del mismo modo que a Gustave le gustaba en ocasiones contradecirla y negarse a seguir discutiendo con ella, comprobando que esto no le llevaba en absoluto a sentirse herida en su amor propio.
En definitiva, la relación que surgió de ese breve encuentro fue la de una auténtica amistad, a pesar de las diferencias que los separaban, basada en sus intereses más profundos y que en ambos dejaría una huella. Thibon se convertiría, junto al padre Perrin, en un testimonio vivo del pensamiento y de la vida de la filósofa.
Simone Weil cuenta lo que supuso su encuentro con Thibon, en una carta que le dirigió el 30 de julio de 1942, y que se podría resumir diciendo que Dios le ha dado, por medio de él, un poco de su pureza y de su amor, y que estos dones marcarían su vida. Así se expresó María del Carmen Dolby
La actualidad permanente a este autor es la influencia de su pensamiento más allá de su propia generación, que recuerda el fecundo encuentro de Gustave con la escritora Simone Weil, como una raíz fructífera para la intelectualidad cristiana en el siglo XX.
Gustave, nacido en Saint-Marcel d'Ardèche, a pesar de que abandonó la escuela a la edad de trece años, amaba la poesía desde muy temprano, sobre todo Víctor Hugo y el Parnasse . Él estaba muy impresionado por la Primera Guerra Mundial, lo que le llevó a odiar el patriotismo y la democracia. el joven Gustave viajó a Londres e Italia. Hizo su servicio militar en el norte de África, y luego regresó a su pueblo a la edad de 23 años.
En 1947 que publicó la obra de Simón "La Pesanteur et la grâce" ( La gravedad y la gracia ). Primera antología que revela al mundo la persona y la obra de Simone Weil. Explica en detalle las circunstancias de esta amistad y más en su largo prefacio original de la gravedad y la gracia primero, luego en el libro que escribió con P. Perrin, Simone Weil como la conocíamos (1952).
La preocupación por lo eterno en el hombre, lo llevó a tomar un interés en la organización de la ciudad debe asegurarse de que la contingencia de tiempo (economía, sociología, política) contradigan lo menos posible a la vocación humana eterna. Para Thibon, el hombre condena a sí mismo mediante la reducción de sus raíces naturales y su origen sobrenatural, haciendo caso omiso de la dimensión cósmica, así como la profundidad de la existencia divina, una reunión de la otra. Este será el hilo conductor de su gran reflexión.
Gustave vio que el hombre ya no camina, en esa “furia” por ir cada vez más rápido y más lejos sin contemplar la naturaleza. Lo grave de esto está en que “la desgracia de toda civilización es llegar a extinguir a la vez el deseo de lo natural y de lo sobrenatural, ya que el último se injerta en el primero. Se injerta lo divino en lo biológico; pero no en lo mecánico”.
En 1941 estuvo con, entre otras el Padre Lebret, el Padre Jacques Loew, el iniciador de los futuros sacerdotes obreros, y el economista Perroux , uno de los fundadores de la Economía y Humanismo y Revisión.
De 1942 a 1944 , es uno de los líderes del semanario Mañana dirigido por Jean Fabrègues y sirve como una cubierta para la actividad en apoyo de los presos. En 1949, un comentarista Inglés, Vernon Mallinson, escribe sobre la actividad de Gustave en el momento: "la publicación de sus libros durante los años de la ocupación alemana fue un acontecimiento importante, porque contenía un desafío implícito al derrotismo y la apatía en la que cayeron muchos de sus contemporáneos en Francia "
Era un poeta; sus poemas le valieron en 1940 el Premio de los poetas católicos - el jurado de este premio incluyen entre otros Patrice de La Tour du Pin, Wenceslao Oscar de Lubicz Milosz, François Mauriac, Giovanni Papini y Gertrud von le Fort - y que recibió en 1957 el precio Esparbié Academia de los Juegos Florales de Toulouse). Gustave Thibon es especialmente amigo de los poetas (Fondane Benjamin, Charles Maurras, Lanza del Vasto, Mary Christmas, Eric Heitz.
“Hay demasiados libros. Pienso que con algunos libros se iría a lo esencial, a condición de profundizar en vez de correr. Me sucede que a veces sueño con un incendio análogo al que destruyó en otro tiempo la biblioteca de Alejandría y que no respetaría más que algunos libros”. Así decía Gustave y este hombre sereno y contemplativo, afirmaba que “todo gran escritor es una traducción del silencio y toda palabra es válida según la cantidad de silencio que contiene, que evoca y que puede provocar”.
La Academia Francesa le otorgó dos de sus principales premios: Gran Premio de Literatura en 1964 y el gran premio de la filosofía en 2000 .
La revista Famille Chrétienne, le hizo en 1993 una entrevista a Gustave, con ocasión de cumplir 90 años. Se reproducen algunas respuestas:
-¿Cuál es su ideal de felicidad terrenal? - Saber acogerlo todo sin retener nada.
-¿Cuál es su santo preferido?- San Juan de la Cruz. El Doctor de la noche, el más extremista de todos los santos, con quien Nietzsche se habría entendido bien. Soy realista porque defiendo los “medios de apoyo”: sé que un Dios sin Iglesia es el principio de una Iglesia sin Dios. Pero soy extremista por mi atracción por la teología negativa, la mística de la noche, el “Dios sin base ni apoyo”, que era el de San Juan de la Cruz y el mío hoy.
-¿En qué siglo le habría gustado vivir?- En el siglo XII, el más libre de los siglos, el de la unidad de Europa, cultural y espiritual. También me habría gustado el siglo XVIII, por su finura de espíritu.
- ¿Cuál es su ocupación preferida?- Caminar por la naturaleza. “Sólo se puede pensar sentado”, escribía Flaubert, a quien contestó Nietzsche: “Las grandes ideas llegan caminando”.
- ¿Cuál es el principal rasgo de su carácter?- La docilidad. Siempre me he dejado llevar: por los hombres, por las mujeres, por las circunstancias. Prefiero obedecer a mandar, que me conduzcan la vida y sus azares, que son el camino que Dios toma cuando quiere pasar de incógnito.
-¿Cuál es vuestro sueño de felicidad?- La felicidad no se sueña. Está en todas partes, a condición de acogerlo todo como don de Dios.
- ¿Cuál es su pasaje favorito del Evangelio?- “Padre, ¿por qué me has abandonado?”. Ese grito me conmueve mucho hoy. Sobre la Cruz, Dios desespera de sí mismo, y, si se me permite decirlo, muere ateo. Creo, con Chesterton, que “nuestra religión es la buena porque es la única en la que Dios ha sido ateo por un momento”. Amo a ese Cristo en agonía, el Varón de Dolores, Dios infinitamente débil, Dios abandonado por Dios. También aprecio mucho el pasaje de la mujer adúltera. Dios es a la vez exigencia infinita e indulgencia infinita. Él nos perdonará lo que nosotros no nos atrevemos a perdonarnos a nosotros mismos. Amo las historias de misericordia. Cuando se envejece, uno se hace más indulgente con los demás.
- ¿Cómo definiría el infierno?- Como Simone Weil: “Creerse en el Paraíso por error”.
- ¿Y la muerte?- Como Gabriel Marcel: el “exilio absoluto”, un salto vertiginoso que no quiero imaginar. No hay que robarle su virginidad, quitarle el encanto a ese retorno a la patria. Porque nuestra vida es un exilio. Quedaremos estupefactos cuando veamos las líneas curvas con las que Dios ha escrito, hasta qué punto el bien y el mal se entrelazan. Creo en la solidaridad del bien y del mal, de la paja y el grano. A veces hay virtudes que nos pierden y pecados que nos salvan, por por sí mismos, sino por resurgimiento. Hay momentos en los que hay que arrepentirse de las virtudes tanto como de los pecados.
-¿Vuestra oración preferida?- La Salve: María, donde la misericordia desarma a la justicia.
- ¿Su verso favorito?- “Ella miraba hacia arriba, y yo a ella”: Dante, viendo el reflejo de Dios en la mirada de Beatriz, ya salvada.
- ¿Qué detesta por encima de todo?- La envidia, ese vicio que nadie confiesa. Todo el mundo es envidioso, más o menos, pero nadie lo confiesa porque sería reconocerse inferior. Preferimos confesar los pecados por exceso: la gula, la lujuria…
- ¿Cuál es el gran mal de nuestra época?- Exigir para nuestro tiempo las promesas de la eternidad. Simone Weil -el gran encuentro de mi vida- lo decía: “Dios y el hombre son como dos amantes que se equivocan sobre el lugar de la cita; el hombre espera a Dios en el tiempo, y Dios espera al hombre en la eternidad”.
- ¿La virtud más necesaria hoy?- La reacción contra el conformismo que se oculta bajo la máscara de la libertad. Asistimos a una curiosa inversión del respeto humano. Esta época que provoca las guerras más sangrientas en nombre de la libertad constituye un escándalo único en la historia. Dado el grado de moralidad teórica del siglo XX, tales horrores no deberían ser posibles. Nuestro tiempo es, más que ningún otro, el tiempo del fariseísmo y de la hipocresía: es el reino de las verdades cristianas que se han vuelto locas que decía Chesterton.
- ¿Cómo se definiría usted?- Un anarquista conservador. Conservador en relación a la tradición, anarquista en relación a las modas e ídolos del siglo. La marginalidad me ha permitido escapar a la gloria y a las condecoraciones.
- ¿Qué hecho militar admira más?- La batalla de Lepanto.
- ¿Qué es lo que más le sorprende?- La debilidad de Dios: ver hasta qué punto Dios está desarmado. Ha hecho depender lo más alto de lo más bajo. Lo superior depende de lo inferior, pero al revés no es así. Dios necesita al hombre, pero el hombre pasa totalmente de Dios, se ha hecho esclavo de las causas segundas.
- ¿Su palabra de amor preferida?- “Ti voglio bene”, “Te quiero” en italiano, porque significa “Te deseo el bien”. Amar a otro es decirle: “Tú no morirás”. En cuanto al amor, me gusta la desmesura, ese “lo he escogido todo” de Santa Teresita del Niño Jesús. O esa frase de un campesino, vecino mío, sobre su mujer amada: “Cuando la miro, ya no la veo”. El amor humano es la sed del infinito aplicada a lo finito. Los grandes momentos del amor humano son de llamada, más que de plenitud.
- ¿Su definición del hombre casado?- Quien, en la resaca, mantiene las promesas de la borrachera. Mi experiencia me ha enseñado que uno no se casa sólo porque ama, sino para amar.
- ¿Cuál será su epitafio?- “Adieu, à Dieu”: “Adiós, me voy con Dios”.
- ¿Y sus últimas palabras?- Señor, pongo mi alma en tus manos. También me gustan las últimas palabras de la última carta de mi amiga Marie Noël: “Me duermo en Dios”. Ella había perdido el Dios de su infancia y lo descubrió en una noche sin estrellas. Al final de ese “combate desesperado por salvar a Dios”, constató que “Dios no es un lugar tranquilo”.
Su pensamiento sobre la muerte se expresa en las frases: “A medida que avanzo en la vida -y avanzar en la vida es avanzar hacia la muerte- tengo la impresión de saber cada vez menos y de presentir otras cosas que, desgraciadamente son menos comunicables”. Otra forma de ver las cosas: “Es necesario que el exilio opere en toda su intensidad, en todo su horror. Si no, uno hipoteca la muerte, le quita su aspereza, su desgarramiento; uno hace de ella la prolongación del tiempo y no la entrada de la eternidad”.
PUBLICACIONES DE GUSTAVE
La ciencia de la naturaleza (la obra de Ludwig Klages) , París, Desclée de Brouwer, 1933
Poemas , Bruselas, Universal Edition 1940
Diagnóstico, análisis fisiología sociales , prólogo de Gabriel Marcel, Paris, Librairie de Medici en 1940 y la última edición: París, Fayard, 1985
El destino humano , edición y prólogo de Marcel De Corte, Brujas - París, Desclée de Brouwer, 1942
La escalera de Jacob , Lyon, Lardanchet de 1942, última edición revisada: Fayard, 1975
Volver a la realidad. Nuevos diagnósticos , Lyon, Lardanchet de 1943
Lo que Dios ha unido. Ensayo sobre el amor , Lyon, Lardanchet 1945, última edición: Fayard, 1987
El pan de cada día , Mónaco, The Rock, 1945
Sacrificio de la tarde , poemas, Lyon, Lardanchet, 1947
Introducción a la gravedad y la gracia Simone Weil , la edición y la selección de los textos, París, Plon, 1947.
Chateaubriand , la elección de los textos y la introducción, Mónaco, The Rock, 1948
Nietzsche y el descenso del espíritu , Lyon, Lardanchet de 1948 Última edición: París, Fayard, 1985
Paisajes Vivarais , con fotografías de Jean-Marie Marcel, París, Plon, 1949
Simone Weil ya que sabíamos , con P. Joseph Marie Perrin, op, París, La Colombe, 1952, última edición: París, Fayard, 1967
Seréis como dioses , teatro, París, Fayard, 1954, última edición: 1985
Nuestra visión es deficiente en la luz , París, Amiot-Dumont, 1955, última edición: París, Fayard, 1995
La ignorancia estrella , París, Fayard, 1974, última edición 2001
El equilibrio y la armonía , crónica, París, Fayard, 1976
El velo y la máscara , París, Fayard, 1985
La ilusión fértil , París, Fayard, 1995
Nos tallan en el silencio, las reuniones , los documentos presentados por Philippe Barthelet, París, F.-X. Guibert, 2003
Las alas de la letra ... pensamientos inéditos (1932-1982) , seleccionados y presentados por Françoise Chauvin, Mónaco, The Rock, 2006
Parodias y espejismos o decadencia de un mundo cristiano, notas inéditas (1935-1978) , los documentos presentados por Françoise Chauvin, Mónaco, The Rock, 2011
Hombres de las eternas conferencias públicas (1940-1985) , los textos preparados y presentados por Françoise Chauvin, París, Mame, 2012.
TOMADO DE:
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http://www.alfayomega.es/alfayome/menu/pasados/revistas/2001/feb2001/num247/dedlafe/deslafe3.htm
http://www.todostuslibros.com/autor/gustave-thibon
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