ENVEJECER. ELIGE CÓMO
Los ancianos somos y tenemos algo de todo: cualidades y defectos, somos inciertos y variables, o firmes y seguros. Envejecemos de forma individual y distinta con la interacción de factores externos ambientales, con el propio carácter y las características personales.
Sin embargo, siempre podremos modificar y mejorar con el esfuerzo que sea necesario nuestra forma de ser y actuar, nuestros hábitos y tendencias, para aproximarnos a ese ideal que nos agradaría ser y haber sido.
Es conveniente tener un proyecto optimista y “deportivo” de buen envejecer en todas las edades y situaciones. Las marcas no serán olímpicas en lo físico, ni éxitos clamorosos en lo intelectual o afectivo, pero podrán llenarnos y ocuparnos de tal forma que nos falte tiempo para cubrir todas las actividades programadas.
Envejecer mal
De todas las maneras de envejecer mal (el egoísta, el avaro, el autoritario, el desconfiado)...la peor es la de no querer envejecer, no admitir la edad y atarse a una falsa juventud, tratando de aparentar diez o veinte años menos que se van cumpliendo en riguroso secreto.
Esta forma de envejecer condena a la esclavitud de vivir una vida estéril y costosa, de esfuerzo y sacrificio para conseguir una figura engañosa durante algunos, pocos años. El tiempo revelará la evolución inexorable hacia la realidad de la vejez encubierta.
Por otra parte esta personalidad un tanto narcisista no impide que sea bueno con su familia y amigos. Su error repercute esencialmente sobre sí mismo.
Envejecer en la resignación
La vida en resignación no es triste. Es algo completamente natural: conformarse y ser humilde es, simplemente, la normal evolución personal.
Es la tranquila ESPERA de los viejos. ¿En la espera de qué?..¡De la eternidad!
Envejecer en la penumbra humana
Es una forma de buen envejecimiento pero con un punto de vacío triste. El ejemplo es un profesional culto, educado, racionalista. Todo lo pretende explicar y sigue los descubrimientos científicos y técnicos a su alcance y nivel.
Limitado por su edad y por trastornos de salud, vive una vida racional de cuidados médicos, discretamente, sin ocultar ni exhibir achaques, dolencias y sufrimientos que soporta con toda paciencia. Es riguroso en seguir los tratamientos y medicación indicados por su médico, en contacto con un centro hospitalario y científico.
La penumbra, es que ya vislumbra el fin (nunca habla de la muerte) sin encontrar sentido a la vida. No se conforma y en su inquietud generalmente se aproxima cada vez más a Dios, no por miedo sino por conversión.
Envejecer en la esperanza
Es la forma cristiana de envejecer. Esperan de las distintas religiones la respuesta a los enigmas del destino, de la vida, de la muerte.
La esperanza cumple en la trascendencia los deseos más profundos, fundados en promesas divinas, de ser eternos y felices. El anciano que envejece en la esperanza ACEPTA sus limitaciones, enfermedades, sufrimientos...todo lo que lleva consigo la vejez porque entiende el sentido positivo del dolor y el caminar hacia el fin dichoso.
Es humano, sufre y se resiste a la muerte, “no tengo ninguna prisa” - decía un nonagenario-, pero es diferente a sufrir sin objeto. Son obstáculos del camino más o menos escabrosos antes de llegar a la meta.
El envejecer sin y con esperanza es semejante a dos árboles iguales, plantados en buena tierra, cuidados con esmero y que dan fruto excelente. Sin embargo con el tiempo se van agotando. Uno se seca y cae al suelo estéril. El otro posee una semilla oculta, que llevada por un viento irresistible, brota en otra tierra con una belleza y esplendor que nunca tuvo.
Adaptado del libro “Escritos para ancianos optimistas” de Eumenio García Vidal. Artículo publicado por LaFamilia.info
Quiero cerrar la anterior reflexión con el verso:
A CRISTO CRUCIFICADO
Cuerpo llagado de amores
yo te adoro y yo te sigo.
Oh, Señor de los Señores,
quiero partir tus dolores
subiendo a la cruz contigo.
Quiero en la vida seguirte
y por sus caminos irte
alabando y bendiciendo,
y bendecirte sufriendo
y, muriendo, bendecirte.
Quiero, Señor, en tu encanto
tener mis sentidos presos
y unido a tu cuerpo santo
mojar tu rostro con llanto,
secar tu llanto con besos.
Señor, aunque no merezco
que Tú escuches mi quejido,
por la muerte que has sufrido
escucha lo que te ofrezco
y escucha lo que te pìdo:
A ofrecerte, Señor, vengo
mi ser, mi vida, mi amor,
mi alegría, mi dolor;
cuanto puedo y cuanto tengo,
cuanto me has dado, Señor.
Y, a cambio de esta alma llena
de amor que vengo a ofrecerte,
dame una vida serena
y una muerte santa y buena,
¡Cristo de la Buena Muerte!
(Probable texto de JOSÉ MA. PEMÁN)
HASTA LA PRÓXIMA
SILVIA MADRIGAL HERNÁNDEZ
Abril 2015
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