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EMERGENCIAS    HUMANAS

 

En el padecer del hombre se experimenta la propia fragilidad humana. Ante las pretensiones de absolutizarse a sí mismo, se perciben los límites del cerrarse a la transparencia de la  realidad  total.

El narcisismo es límite existencial; percibirse a sí mismo como  cárcel del yo. Constituye la pretensión enfermiza de amarse a sí mismo en ruptura relacional: no al tú, sí a la propia imagen ensoñada en el espejo del estanque que ahoga la dimensión de sí y  posee a los demás cosificados en su reflejo. El narcisista se autoproyecta como el centro de atención; ama los reflectores en la euforia o en la depresión se focaliza a sí mismo como la única  víctima del desastre cierto o ilusorio. Es incapaz de amar y de reconocer en un sana dimensión de alteridad, al otro. El avance de las tecnologías no le han permitido transitar por los caminos de la felicidad porque ignora o está ciego para ver las señales de pista que siempre serán los demás. Es el mendigo de amor eternamente insatisfecho, el eternamente incomprendido y la víctima permanente.

La autoestima pasa por los derroteros del evangelio de Jesús: amar a los demás como así mismo, o mejor, amar como Él ha amado  implicando abnegación, servicio y olvido de sí mismo; el ayudar a los demás es la mejor reafirmación del yo.

El pansexualismo o el hipererotismo que invaden los ámbitos humanos con el bombardeo continuo de imágenes y mensajes,  provoca desequilibrios y falta de dominio de la propia voluntad e impide la donación de sí. Provocan conductas compulsivas. Se vive la lamentable condición de la desintegración de la persona en fragmentos esquizofrénicos de  afectividad,  sexualidad y  amor. Lo peor es que se perciba el erotismo como lo más normal en los ambientes juveniles. Se adolece del sentido crítico y de la altura de miras para conocer la verdad completa sobre el amor humano cuya fuente primigenia es el misterio del Dios amor que estructura a la persona para la existencia plena. Esto exige una aprendizaje desde el hogar: recibir amor, experimentarlo, hacerlo propio para ser capaces de dar amor. Creer en el amor divino fundamenta la esperanza para la victoria del amor. La fe nos abre a la posibilidad del amor. Sin ella el amor se banaliza o simplemente se torna  imposible.

Ante estas emergencias humanas es prioritario el descubrimiento del verdadero sentido del amor humano y de la educación para la madurez afectiva y sexual.

Los cánones de la belleza se ven reducidos al modelo erótico. Se prescinde de la interioridad, del cuerpo como icono del alma. No se puede quedar en aparentar lo bello. Lo bello es potencia o aparición –en el lenguaje de Heidegger-del ser. Para Platón la belleza es el esplendor de la verdad. La “vía pulchritudinis“ es camino para la verdad. La contemplación de la belleza es  clave para comprender el misterio de la existencia en su totalidad y nos abre a la nostalgia del Absoluto, suma verdad y suma belleza. La belleza en la naturaleza y en la obra del hombre, cuando es verdaderamente bella, abre el corazón al destello del Espíritu de Dios y flecha a la plenitud de la eternidad.

Quizá hoy como nunca se vive el sídrome de la desconfianza pluridireccional que lleva a la soledad acompañada de internet, facebook o twitter. Este es uno de los verdaderos dramas de nuestro tiempo. La inseguridad nos rodea; la falta de compromiso y de palabra, nos hablan a gritos del hombre inseguro. La inestabilidad familiar y social abona la inseguridad cuyo fruto es la  falta de confianza. Se constata el egoísmo. La  crisis de autoridad y los referentes éticos generan la orfandad humana. Pululan las traiciones en la amistad o en la fidelidad conyugal o la razón de ser de las instituciones. La decepción engendra la desconfianza. Así se cancela el futuro.

El retorno a lo esencial se impone. Amasar la utopía idealista con el sano realismo. La búsqueda de referentes se impone y es impostergable: conocer y vivir el proyecto del Dios comunión de amor y de personas..

 

 

 

 

Pbro.   PRISCILIANO HERNÁNDEZ CHÁVEZ C.O.R.C.

Mayo 2015

 

 

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"¿Quién, que vive en íntimo contacto con el orden más consumado y la sabiduría divina, no se sentirá estimulado a las aspiraciones más sublimes?"
¿Quién no adorará al Arquitecto de todas estas cosas?

 

Nicolás Copérnico

Pensamientos de Pbro. Prisciliano

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