Iglesiaehistoria.com

EL MATRIMONIO, ALIANZA DE COMUNIÓN.

 

 “Quien permanece en el amor, permanece en Dios y Dios en él” ( 1Jn 4, 15).

 

Los esposos toman la decisión de realizar la alianza nupcial. Hacen de su vida, de su cotidianidad, un perpetuo y creciente don de sí mismos recíproco; de común unidad y de entrega  de cara a los demás, particularmente de los hijos, para ser familia, signo del amor de Dios en medio del mundo y así alcanzar la felicidad en esta  comunión sacramental de las existencias.

 

En este contexto, ni el hombre ni la mujer pueden realizarse, sino en comunión de relación de persona-interpersona. Dios Padre, en su dulzura abismal, por la entrega esponsalicia del Hijo, en el mutuo don y mutua caricia, es decir, en el Espíritu Santo, consagran el amor de los novios, como misterio enraizado en el misterio trinitario, como misterio de comunión y de mutua donación, por el ministerio de la Iglesia.

 

Por el egoísmo se da la separación más dramática: soledad, insolidaridad, autojustificación, pseudorrazones, ya que el amor se ha roto. Así, el  ser imagen del Dios-comunión queda desfigurada. Se trastoca el amor; el amor del hombre deviene en dominio y el amor de la mujer en la frustación de un amor más imaginario que real. De aquí que  la realidad matrimonial necesita ser sanada, implicando la totalidad de las personas: espíritu,  cuerpo y  sensibilidad.

 

El planteamiento inicial, pude ser traducido a categorías vivenciales, un libro que se hace imagen, como lo dice el Papa Juan Pablo en sus poemas; una imagen idílica verdadera que se hace historia. Amar es  mantener el corazón llameante  cada día. Dice el Talmund: ‘El hierro es fuerte, pero el fuego lo derrite; el fuego es fuerte, pero el agua lo apaga. El hombre es fuerte, pero los temores lo deprimen. El temor es fuerte, pero el sueño lo diluye. Sólo el amor sobrevive a todo.’

 

El amor es pluridimensional: amor a Dios, amor al cónyuge, amor a la familia, amor al prójimo, amor a la naturaleza, amor así mismo, amor a la vida...

El amor es misterio y no se puede trivializar, pues es inefable.

El amor florece en dos interioridades, donde existe la confianza, la calidez, la ternura y la mutua protección. ‘Tú eres tú, pero estás conmigo; yo soy yo, pero estoy contigo. Somos misterio de comunión’, sin perder la identidad personal, sino potenciada, persona –interpersona.

El amor conlleva una trama de lazos, de matices, de complejidades y de motivaciones, pero esencialmente es complementariedad.

El amor perfecciona y realiza  a las personas siendo diferentes. Pueden darse espejismos: la persona amada se puede diluir por una ilusión que existió sólo en la imaginación. Esta  ilusión se fracciona  en mil pedazos.  De aquí la importancia de pasar del ‘amor emotivo’ al ‘amor de generosa entrega’. Compartir el amor en una entrega total.

 

Nadie es perfecto; todos tenemos zonas luminosas, vulnerables concientes o de raíz  inconsciente.

Superar el amor infantilista de querer recibirlo todo. La mutua donación es la perfección de la caridad de los esposos, según 1Corintios 12, 31...

En el amor de los  esposos se pueden dar las grandes alegrías o las heridas fruto de imperfecciones que exigen sanación pronta y eficaz.

 

El cónyuge debe estar tan seguro de sí que no considera al otro como rival; vive transparente sin suspicacias; protege y  camina hacia la misma dirección, coadyuvando a superar limitaciones, sin recriminaciones, con un sumo respeto. El amor ha de crecer, madurar y llegar a su plenitud. Es una semilla que se cuida, se protege y se alimenta en su desarrollo. El único enemigo del amor es el egoísmo disfrazado de mil máscaras: pretextos, excusas y justificaciones.

 

El egoísmo provoca la renuncia a alimentar el romance, lo descuida; no enciende la llama del hogar, hoguera de la verdad, del amor, de la ternura, de la comprensión, de la paciencia; no conserva el amor de los perpetuamente enamorados.

 

Para aniquilar el amor basta descuidarlo. Los detalles son su alimento: las miradas, las caricias, la atenciones, las delicadezas y por supuesto, lo que permitiría superar todo, los hijos, quienes son caricia de Dios y caricia de los cónyuges-papás; necesitan que los papás separadamente los quieran, pero sobre que se amen en alianza de comunión. El egoísmo es solapado y evasor: superficialidad, dispersión, diversión, distracción; éxito económico, realización profesional, vida social, aventuras amorosas.

 

Amarse así mismos configura una especie de   arquitectos de una existencia artificial; no aman en alterirdad; entonces son ‘este-ego-saurios’ –en expresión del filósofo Carlos Díaz.

 

Hay esposos que  están juntos pero divorciados del corazón, corroídos por el rencor.

Uno de los factores más temibles de la vida común, es la rutina. Lo que se repite, aburre. El amor ha de alumbrar primaveras en los amaneceres de la ternura de cada día.  Es posible que los esposos sean mutuamente afectuoso y sentir que existe esa comunión de corazónes, en un mismo ser, en una misma vida, en una misma historia. El dicho y el compromiso más extraordinario de los esposos podría ser,  ‘mi única felicidad consiste en  hacerte feliz’

 

La ilusión levanta caídos y hace remontar el vuelo a los espíritus grandes. Los esposos no tienen que ser amados por sus éxitos o rechazados por sus fracasos; sino amado por ser esposo, por ser esposa.

 

No existen fórmulas mágicas de Harry Potter para edificar una familia feliz. Es el mutuo compromiso y  la tarea  armada de paciencia, de humildad y  de tenacidad.  De nada sirve estar juntos sino existe el inerés mutuo. Es más importante hacer las paces: es mejor amar que tener razón. Sobran justificaciones y pretextos para echarse la culpa el uno al otro.

 

Integrarse significa adaptarse el uno al otro; equivale a morir un poco para realizar la vocación suprema de toda persona y de todo hijo de Dios: el amor como donación total de sí. Adaptarse es amar; inadaptarse es incapacidad para amar; conlleva una verdadera neurosis.

 

Amar exige a veces callar, a veces ceder, tener paciencia, comprender, perdonar, corregir con dulzura y respeto. El paraíso perdido, se encuentra en el amor. La vocación al amor es vocación  de toda persona. Este es el secreto de los discípulos de Jesús de Nazareth, el Mesías de nuestra fe.

 

 

 

Pbro.   PRISCILIANO HERNÁNDEZ CHÁVEZ C.O.R.C.

Enero 2014

 

 

REGRESAR

Pensadores Católicos

"¿Quién, que vive en íntimo contacto con el orden más consumado y la sabiduría divina, no se sentirá estimulado a las aspiraciones más sublimes?"
¿Quién no adorará al Arquitecto de todas estas cosas?

 

Nicolás Copérnico

Pensamientos de Pbro. Prisciliano

Iglesiaehistoria.com   |   Querétaro, México   |   2017

Todos los Derechos Reservados

Un Areópago del siglo XXI