Iglesiaehistoria.com

APARTADO SOBRE TEOLOGÍA DE LA HISTORIA.

(módulo 3)

 

17.-  Valoración filosófica y teológica  de la Historia en la perspectiva de Hans Urs von Balthasar.

 

El pensamiento humano ha tratado de captar la realidad mediante una división: lo fáctico, -lo que aparece, lo concreto y singular-, y lo necesario universal. Este esquema se encuentra en los inicios del pensamiento occidental, y corresponde tanto al modo de conocer, como a la estructura del ser. Ambos momentos se pueden acentuar unilateralmente en momentos diversos: destacar las leyes esenciales y universales sobre lo fáctico empírico del mundo sensible. Ante esto protesta la corriente llamada empirismo- positivista;  considera que lo real y concreto es aquí y ahora, lo puesto delante y medible, al igual que   lo histórico, en su percepción tangible. Esta postura menosprecia la fuerza de la abstracción; se queda en los hechos sensibles y se mantiene en una antítesis superficial  de la verdadera filosofía. La explicación del ámbito de los fenómenos, no se circunscribe a lo más inmediato; se apunta a algo que está más allá, en la dimensión de lo esencial, diríamos, la zona de un plus de sentido y significado, que apunta a una trascendencia, más allá de su inmediatismo fenoménico e inmanentista. Aquí se abre la posibilidad de entrada a la imaginación supersticiosa para explicar el acontecer desde las constelaciones astrológicas, el pesimismo del fatum o del destino, del tarot y semejantes.

 

Hegel emprendió la tarea de someter a la razón al terreno de la Historia: lo racional se expresa de modo fáctico; sería patentización del espíritu racional en el mundo. Esto conlleva una desvalorización de lo fáctico-histórico: no queda espacio para la libertad de la persona, sólo la ley inexorable, necesaria y universal del espíritu racional. De Hegel se llega a Marx: el materialismo dialéctico aplicado a la Historia en su dimensión economicista, no toma en serio los hechos y los acontecimientos, sino más bien los tiraniza sometiéndolos a leyes mecánicas.

 

Quien se adentra en la visión reflexiva de la Historia en su conjunto ha de tomar un sujeto general que obre y se manifieste en lo histórico, que explique el sentido último de la Historia, que sea criterio objetivo de comportamientos y que a la vez sea una esencia universal y normativa que abarque todos los períodos de la Historia, que esté inmerso en ella y que además la trascienda. Tal sujeto o es Dios, -pero El no necesita la Historia para comprenderse a sí mismo y además, está fuera de la Historia (al menos en este planteamiento racional que prescinde de la Revelación o de la entrada de Dios en el mundo); o bien el hombre; pero éste es un individuo. No puede dominar toda la Historia en su conjunto; le compete a su esencia realizarse aquí y ahora; además en la dimensión esencial del ser humano se da la intersubjetividad de comunión de las personas libres de idéntica esencia ontológica.  De aquí que ningún individuo puede elevarse como absoluto sobre los demás: pone en peligro su dignidad ontológica y las de los demás. Filosóficamente es imposible que una persona humana domine sobre  todas las demás y sea el sujeto absoluto de la Historia. De aquí podemos atisbar el camino de la Redención universal y accesible a todos; que ha de pasar por el camino de la Historia,   camino del hombre, en lo esencial del mismo hombre, en su destino y  su repercusión en el cosmos.

 

De aquí que la filosofía de la Historia se queda corta y llega a una aporía, a un camino sin salida. Sólo lo divino que asuma lo humano, puede ser sujeto, norma irrepetible, criterio absoluto para la Historia. Necesariamente se tiene que pasar a la Teología, como quehacer humano en orden a profundizar en la Revelación: con la encarnación del Verbo, el tiempo ya es una dimensión de Dios, nos diría el Papa Juan Pablo II. El Verbo encarnado pues, es nuestra clave para entender la Historia, el valor de los hechos, su más alta significación, su valoración, su culminación y proyección eterna. Todo comportamiento humano no se sustrae a la luz de su imperio y de su juicio, que de antemano, es la misericordia, paradigma de todo amor y de toda realización. Los sistemas totalitarios y sus corifeos, tienen un límite más allá de su contingencialidad: es el amor misericordioso de Dios en Jesucristo, sometido a las leyes de   la Historia y Señor de la misma, en su inmanencia y en su trascendencia, en virtud de su muerte y resurrección.

 

 

 

 

Pbro.   PRISCILIANO HERNÁNDEZ CHÁVEZ C.O.R.C.

Mayo 2013

 

 

REGRESAR

 

 

Pensamientos de Pbro. Prisciliano

Iglesiaehistoria.com   |   Querétaro, México   |   2017

Todos los Derechos Reservados

Un Areópago del siglo XXI