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ROMANO GUARDINI (1885-1968 )

PENSADOR CATÓLICO

 

 

 

Romano, nacido en Verona, Italia, se desarrolló en Alemania principalmente. Fue un pensador muy importante en el desarrollo del Concilio Vaticano II.

 

Siendo joven Romano se educó y estudió alcanzando una merecida notoriedad intelectual como eminente pensador católico en la segunda mitad del siglo veinte. Estudiante de química y de economía en Tubinga y en Berlín, cursó los estudios eclesiásticos y fue ordenado sacerdote. En 1905, pasa por una conversión religiosa: decide estudiar para el sacerdocio. 1906-1910: Estudió teología en Friburgo, Tubinga y Maguncia.

 

Es ordenado sacerdote en 1910. Entre los años 1910-1912fue vicario en la diócesis de Maguncia. Para 1911 se hace ciudadano alemán. En 1912 comienza estudios de doctorado en Friburgo. El año 1915: en mayo, recibe el título de Doctor en Teología. Su tesis: Die Lehre des heiligen Bonaventura von der Erlösung (publicada en 1922). Entre 1915-1920 Vicario en la diócesis de Maguncia y capellán de la "Juventus".

 

El ensayo Die Macht (El poder), en el que Romano, utilizando una muy personal aplicación del análisis fenomenológico en clave tradicional, enfrentaba el dramático problema del "poder a través de la historia", ofreció sugestivos elementos de reflexión sobre cual rostro nuevo – declinada para siempre la época moderna – debería asumir el hombre del mañana para conservar integra o recuperar su dignidad personal de hijo de Dios.

 

Desde el 1910, fue doctor en teología por la universidad de Friburgo.  En 1923 obtuvo  una posición en filosofía de la religión en la Universidad de Berlín, que mantuvo hasta ser forzado a renunciar por los nazis en 1939. En 1945 Guardini fue nombrado profesor en la Facultad de Filosofía en la Universidad de Tubinga, y dio lecciones de filosofía de la religión. Finalmente, en 1948, se convirtió en profesor de la Universidad de Múnich, donde permaneció hasta retirarse, por razones de salud, en 1962. 1964 fue año de su jubilación. Es precisamente en el duro invierno postbélico de 1947 que Romano inicia unas clases concluyéndolas el 1948 en Munich. El texto de aquel ciclo universitario fue publicado en 1950 bajo el título "Das ende Der Neuzeit" ("El ocaso de la Edad Moderna", ed. Guadarrama, Madrid 1958).

 

"El ocaso de la edad moderna", adelantaba treinta años la tesis del agotamiento de la modernidad, e impactó a los círculos culturales de Occidente.  Aquel libro pareció, a muchos intelectuales, inactual desde el mismo título o, por lo menos, desconcertante en los años de un postguerra dominado por la ilusión de un "renacimiento" de la modernidad bajo el alero de una alianza entre la cultura ilustrada y el cristianismo que, superadas viejas rencillas, se habían asociado para anunciar el amanecer de un "mundo nuevo" liberado por completo de las perniciosas sugestiones del totalitarismo.

"No se trata de un renacimiento, sino solo de una ilusoria reacción a los éxitos negativos de una modernidad que ha concluido sin remedio su ciclo. Por lo tanto es necesario analizar la época que termina para vislumbrar los tiempos postmodernos que la siguen y que todavía no tienen nombre". Así se expresaba Romano.

 

En las décadas 1950s y 1960s, Romano  llenaba todo Múnich y era considerado como un referente en Alemania y Austria. Su magisterio empezaba a extenderse por otros países, que se apresuraban a traducir sus obras más significativas. Tras el Concilio Vaticano II (1962-1965), otros autores pasaron a primer plano y la estrella de Guardini pareció apagarse. Pero, desde hace unos años, su pensamiento ha vuelto a cobrar vigencia en muchas naciones, pues se trata de un autor “clásico” que supera las barreras de espacio y tiempo y entusiasma en todo momento con lo bueno, lo noble, lo bello y lo justo, valores eminentes que buscó durante toda su vida con tenacidad inaccesible al desaliento. Para sustituirle, tras su jubilación, se llamó a Karl Rahner. En 1952 obtuvo el premio de la paz de los libreros alemanes.

 

Romano Guardini estuvo en busca de la intimidad de Jesús: se esforzó por acceder respetuosamente a la intimidad de Jesús, para comprender mejor el sentido y la grandeza de Su vida y participar en ella con mayor plenitud. Tal intimidad queda patente en la decisión incondicional de Jesús de cumplir la voluntad del Padre.

«Jesús está sentado en una casa y habla a la gente que lo rodea. De pronto, alguien le dice: “Mira, tu madre y tus hermanos están fuera y te buscan”. Él, que sabía de verdad quién era su madre, responde desde las profundidades en que vivía: “¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?”. Y, mirando a su entorno, agrega: “El que hace la voluntad de Dios… ése es mi hermano y mi hermana y mi madre”. (…) La voluntad del Padre es algo real. Es como un torrente de vida que viene del Padre a Cristo; una corriente de sangre de la que Él vive de forma más profunda, real y fuerte que de la corriente que procede de su madre. Y quien está dispuesto a hacer la voluntad del Padre entra en esa corriente, y la voluntad del Padre late en él a impulsos del corazón divino mismo, y él se halla en una unidad de vida con Cristo más real, profunda y fuerte que la que Cristo tuvo con su madre. Es muy valiosa esta voluntad del Padre. Es lo más grande; por eso Jesús encomienda a los suyos que se ocupen de ella».

Sobrevolando su vida, Jesús pudo decir en verdad: “Yo hago siempre la voluntad de mi Padre”. Esta confesión nos permite dirigir una mirada profunda a su interioridad.

«La voluntad del Padre es el centro vital de toda su existencia. Es la fuerza que lo sostiene y orienta. (…) Es la gran fuerza espiritual que lleva a Jesús y lo guía. La voluntad del Padre es, en Jesús, el mandato vivo que hace de Él un enviado; y todo lo que realiza recibe de ahí su sentido y su unidad».

Podría parecer que esta sumisión incondicional al Padre amengua la personalidad de Jesús, y acrecienta la distancia del Padre respecto al Hijo. Pero sucede lo contrario, pues aquí el mandar y el obedecer están vinculados por el amor. Por eso, al tomar como impulso de su vida la voluntad del Padre, Jesús es del todo Él mismo y lleva a pleno logro lo que es más profundamente suyo. «La voluntad del Padre es el amor del Padre. En su voluntad viene el Padre mismo a Jesús. (…). Y, al aceptar esa voluntad, Jesús recibe al Padre mismo».

 

La creación de la interioridad cristiana

Para Romano este progresivo acercamiento a la intimidad de Jesús alcanza su cota más alta de penetración intelectual y unción religiosa al descubrir el estado glorioso de Jesús resucitado y el nuevo modo de unión con Dios que se abre al hombre que recibe el Espíritu Santo. La capacidad de Guardini para captar las realidades relacionales le permitió lograr muy bellas y hondas exposiciones del ámbito de vida sobrenatural que se instaura entre el Señor glorificado y los creyentes:

«El modo de ser de Cristo es ahora el del amor. Si El nos ama , y mostrarlo constituye la esencia del mensaje evangélico, su partida al reino del amor perfecto significa en verdad permanecer entre nosotros. Al día de la Ascensión seguirá Pentecostés, e, inspirado por el Espíritu Santo, el Apóstol hablará del “Cristo en nosotros”. El Señor está sentado a la diestra del Padre, (…) pero, al mismo tiempo, está de nuevo entre nosotros, (…) en la interioridad de cada creyente y del conjunto de la comunidad cristiana,  la Iglesia, a la cual confiere forma, poder, orientación y unidad. Al abandonar Jesús el ámbito de la existencia visible e histórica, se forma, en virtud del Espíritu Santo, el nuevo ámbito cristiano: la vida interior de cada uno de los creyentes y de la Iglesia, mutuamente vinculados y unidos. En él se halla Cristo con nosotros todos los días hasta el fin del mundo ».

Este ámbito espiritual, que es interior pero no está cerrado en sí sino abierto a la comunidad de los creyentes, vincula íntimamente el espíritu de cada uno de éstos con la comunidad eclesial.

De inspiración agustiniana, su teología, que explora amplios espacios de la cultura, es más una evocación de la vida de fe que una sistematización dogmática.

 

De su prolífica obra escrita solo se anotan las más recientes publicaciones:

Mundo y persona: ensayos para una teoría cristiana del hombre. Encuentro. 2000.

Cartas sobre la formación de sí mismo. Ediciones Palabra. 2000.

El talante simbólico de la liturgia. Centre de Pastoral Litúrgica. 2001.

El Rosario de María. Editorial San Pablo. 2005.

El Señor: meditaciones sobre la persona y la vida de Jesucristo. Ediciones Cristiandad. 2006.

El espíritu de la liturgia. Centre de Pastoral Litúrgica. 2006.

Las etapas de la vida: su importancia para la ética y la pedagogía (5ª edición). Ediciones Palabra. 2006.

Biblia y ciencia de la fe. Ediciones Cristiandad. 2008.

Escritos políticos. Ediciones Palabra. 2011.

Orar con el Rosario de Nuestra Señora. Editorial Desclée De Brouwer. 2012.

Orar con el Via Crucis de Nuestro Señor y Salvador. Editorial Desclée De Brouwer. 2012.

La conversión de Aurelio Agustín. Un proceso interior en sus Confesiones. Editorial Desclée De Brouwer. 2013.

El comienzo de todas las cosas. Editorial Desclée De Brouwer. 2013.

 

Adelantándose treinta años a los filósofos y sociólogos de la postmodernidad, partidarios del "pensamiento débil" en las postrimerías del siglo XX, Romano se perfiló como el confesor de principios firmes y valores fuertes, afirmando en ellos una esperanzada visión del mundo y de la vida.

 

 

 

INFORMACIÓN TOMADA DE:

http://www.philosophica.info/archivo/2009/voces/guardini/Guardini.html

www.es.catholic.net/escritoresactuales/447/935/articulo.php?id=9567

es.wikipedia.org/wiki/Romano_Guardini

 

 

 

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"¿Quién, que vive en íntimo contacto con el orden más consumado y la sabiduría divina, no se sentirá estimulado a las aspiraciones más sublimes?"
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Nicolás Copérnico

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