Top

Content on this page requires a newer version of Adobe Flash Player.

Get Adobe Flash player

http://www.diocesismaldonado.org.uy/index.php/carta-p-lasarte.html

FUNDAMENTAR LA BIOÉTICA (2)
IMPORTANCIA DE LAS RELACIONES ENTRE ÉTICA Y CIENCIAS BIOMÉDICAS PARA LA CONSTITUCIÓN DE LA BIOÉTICA.
DR. RODRIGO GUERRA LÓPEZ *


2. Importancia de una biofilosofía biológicamente fundada

Tanto en la bioética como en la biojurídica es preciso entrar en relación directa con los avances que ofrecen las ciencias de la vida, de la salud y del medioambiente. El contacto con los resultados de investigaciones experimentales es insustituible para comprender con claridad la realidad que nos desafía éticamente. Sin embargo, una ciencia como la biología -y en general las ciencias biomédicas- no puede no recurrir al uso de un lenguaje y a un conjunto de interpretaciones que rebasan su propio ámbito epistémico al momento de tener que expresarse. Pensemos a modo de ejemplo que la interpretación más descriptiva sobre el desarrollo embrionario, sobre la emergencia de propiedades mentales en el cerebro del ser humano o sobre el momento de la muerte, obliga al científico a señalar, al menos de manera implícita, una cierta comprensión sobre el organismo como sistema, sobre la peculiar teleonomía que orienta al desarrollo, sobre la reductibilidad o irreductibilidad de la mente a un orden material complejo. Dicho de otra manera: toda biología posee una filosofía implícita al momento de elaborarse y de expresarse. La asepsia con la que se realiza una buena parte de la investigación biológica no neutraliza jamás las cuestiones fundamentales de la filosofía sino que las supone.
De hecho, la cuestión no sólo es que en toda investigación biológica existe una precomprensión filosófica particular sino que es de suyo una exigencia de la propia biología el buscar expresarse más allá del momento puramente descriptivo-experimental que le da origen. Existen varias maneras de demostrar esto. Sin embargo, una vía que frecuentemente utilizo consiste en exhibir que la experimentación permite la detección de fenómenos frecuentes que, eventualmente, pueden ser enunciados como leyes o patrones generales de comportamiento. Así, luego de una observación atenta, que implica entre otras cosas, pacientes mediciones de elementos diversos, es posible, por ejemplo, descubrir cómo se da la embriogénesis, cómo es el diseño anatómico y fisiológico del cerebro o cómo está estructurado el DNA. Estos descubrimientos permiten reconocer leyes generales y afirmar con rigor cosas del tipo: “el DNA es una molécula lineal en forma de cadena que está construida por la secuencia de componentes llamados nucleótidos. Cada nucleótido tiene un azúcar, un fosfato y una base nitrogenada. Hay cuatro tipos de nucleótidos en el DNA: adenina (A), guanina(G), timina (T) y citosina (C). La A sólo se puede unir con la T, y la G con la C” (14)
Ahora bien, el reconocer que la adenina solo se vincula con la timina ¿es equivalente a hallar por qué sucede esto? ¿Es la descripción equivalente a la explicación?
Más pronto que tarde, el investigador, descubre -aunque a veces no lo exprese con un lenguaje filosófico explícito- que la suma de todos los cómos no sustituye al más modesto de los porqués. La investigación experimental demanda en su itinerario intelectual un momento propiamente filosófico sin el cual la investigación de base empírica no logra cumplir con su cometido: entender realmente qué sucede ahí, cuál es la naturaleza verdadera de un fenómeno vital.
Por eso, no basta decir que la bioética requiere del concurso de las ciencias biomédicas sino que es preciso señalar que necesita de las ciencias biológicas interpretadas adecuadamente en un orden meta-descriptivo, propiamente explicativo, que devele la estructura inteligible del orden que mantienen los fenómenos observables.
Una biología completada con una adecuada y rigurosa biofilosofía es, pues, imprescindible al momento de intentar comprender. Sólo así es posible evitar un pernicioso riesgo: creer que la filosofía y las ciencias experimentales han estado reñidas de suyo, por su propia naturaleza: la filosofía estaría perdida en problemas etéreos mientras que las ciencias de la vida permanecerían ancladas a lo auténticamente real y urgente (15). El estado de las ciencias filosóficas y experimentales en los últimos cien años, lamentablemente no es tan simple. En ambos mundos existen riesgos de formalismo y alejamiento de lo real, y en ambos mundos existen brillantes ejemplos de compromiso con la realidad, con un metódico y continuo regreso a las “cosas mismas” (16). No es aquí lugar para alargarnos en esta cuestión. La situación real de los saberes reales se enmarca a su vez en una crisis cultural profunda en la que el predominio de lo políticamente correcto, de lo que responde a las expectativas de un cierto círculo intelectual, de aquello que legitima y autocerciora al mercado, se considera más o menos sinónimo de positivamente tendencial,, cuando no de verdadero(17)
El pensamiento y la cultura postmodernas, tan críticos de la racionalidad ilustrada, sorprendentemente toleran con gran tranquilidad y paz, una racionalidad instrumental reformulada, más efectiva, más estética y más capaz de lograr la supresión metódica de lo humano, exhibiendo con ello la subordinación inconsciente al enemigo que originalmente pretendían vencer (18)

 

Bibliografía.
14 Esta es una descripción convencional de la estructura molecular básica del genoma tal y como se puede encontrar en cualquier libro, aún básico, de biología en la actualidad. Véase, una bella y breve explicación de estas cuestiones, en: VELÁSQUEZ ARELLANO, A. (COORD.), Lo que somos y el genoma humano, UNAM-FCE, México 2004, p.p. 17-29.
15 Cf. RIVERO WEBER, P.-PÉREZ TAMAYO, R. “Ética y bioética”, en Nexos, julio 2006, p.p. 23-27.
16 De la amplísima bibliografía sobre la situación de las ciencias experimentales y filosóficas, véanse al menos: HUSSERL, E. Crisis de las ciencias europeas y la fenomenología trascendental, Folio Ediciones, México 1984; JONAS, H. El principio responsabilidad. Ensayo de una ética para la civilización tecnológica, Herder, Barcelona 2004; SANGUINETI, J. J. Ciencia y modernidad, Carlos Lohlé, Bs. As. 1988. Para entender que, aún en medio de la crisis, existen poderosas intuiciones esperanzadoras: BERSANELLI, M. GARGANTINI, M. Solo el asombro conoce. La aventura de la investigación científica, Encuentro, Madrid 2006.
17 Véase: FINKIELKRAUT, A. La derrota del pensamiento, Anagrama, Barcelona 2004.
18 Identificar a la postmodernidad como “tardo-modernidad” ha sido un mérito indiscutible de los análisis de: LLANO, A. La nueva sensibilidad, Espasa, Madrid 1988.

. EL RESALTADO EN "NEGRITAS" ES DE ESTE SITIO

Regresar a "Para conocer más"

 
Top