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http://yoinfluyo.com/mexico/340-analisis-religioso/15257-francisco-va-a-causar-un-cisma-con-la-amoris-laetitia-no

¿FRANCISCO VA A CAUSAR UN CISMA CON LA AMORIS LAETITIA? ¡NO!
Jaime Septién / Aleteia
Última actualización: 05 Mayo 2016

El pasado 28 de abril, Robert Spaemann, calificado como uno de los filósofos católicos más importantes del mundo, concedió una entrevista en alemán a la Catholic News Agency sobre la reciente Exhortación Apostólica postsinodal del Papa Francisco: Amoris laetitia el pasado 28 de abril.
En ella, el académico berlinés –filósofo cercanísimo a san Juan Pablo II y amigo de Benedicto XVI– sostiene que Francisco ha roto con la doctrina del propio san Juan Pablo II expresada en las encíclicas Veritatis splendor y Familiaris consortio.
Asimismo, plantea, en una premisa temeraria y muy seria para los tiempos que corren en la Iglesia, que el Papa abre la puerta a un cisma. Por ello, hemos planteado una serie de preguntas al filósofo mexicano Rodrigo Guerra, quien conoce al profesor Spaemann y coincide con muchas otras valoraciones en calificarlo como un gran filósofo católico, y un hombre, en muchos sentidos, extraordinario, pero cree que en este caso está equivocado en su juicio.
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El profesor Spaemann sostiene que el parágrafo 305 de “Amoris laetitia” y la nota 351 son incompatibles con el número 84 de “Familiaris consortio” ¿cuál es su opinión?
Oponer la enseñanza de Francisco con la de Juan Pablo II es un error. Francisco claramente señala que una persona que viva en una situación objetiva de pecado pero que no sea subjetivamente culpable, eventualmente puede acercarse a los sacramentos. Esto no es ninguna novedad. Es doctrina constante que no basta la materia grave para constituir un pecado mortal. Es preciso el pleno conocimiento y el pleno consentimiento.
En otras palabras, Francisco sostiene la doctrina respecto de la imposibilidad de acercarse a la Eucaristía si una persona está en verdadero pecado mortal. La cuestión que requiere discernimiento paciente es precisamente si existe o no pecado mortal propiamente dicho en cada situación irregular.
¿Los divorciados vueltos a casar pueden acercarse a la Eucaristía conforme a lo que enseña el Papa Francisco?
La expresión “divorciados vueltos a casar” es muy amplia y abraza un sinnúmero de situaciones particulares. En algunos casos, previo discernimiento, acompañamiento pastoral y confesión sacramental, podrán hacerlo. Francisco también nos dice que en algunas ocasiones no encontrarán una respuesta conforme a sus deseos. Lo importante, dice es entender la via caritatis: sólo hay camino en el amor.
Comprender las situaciones difíciles nunca implica negar la verdad que anuncia la vida evangélica. Pero, al mismo tiempo, el anuncio de la verdad es preciso que encuentre caminos llenos de amor y compasión. Cuando la verdad se afirma sin caridad, destruye. Y cuando la caridad se afirma sin verdad, confunde.
Spaemann insinúa que Francisco no acoge la condena a la ética de situación realizada por san Juan Pablo II en “Veritatis splendor” y que se inscribe en una corriente jesuítica situacionista que proviene del siglo XVII. ¿Es esto cierto?
Este es un grave error que solo puede ser afirmado por ignorancia o por prejuicio. No hay “moral de situación” en Francisco. Lo que existe son situaciones y circunstancias que hay que comprender bien antes de juzgar. Sólo de esta manera se puede, entre otras cosas, descubrir el grado de imputabilidad del acto realizado.
También dice: “quisiera que el Papa me dijera después de cuánto tiempo y bajo qué circunstancias un comportamiento objetivamente pecaminoso se convierte en una conducta agradable a Dios.” ¿Qué opina usted?
El 29 de abril el Papa Francisco ha dicho que un cristiano no debe andar entre tinieblas, porque allí no está la verdad de Dios, pero si cae, puede contar con el perdón y la dulzura de Dios, que lo devuelve a la vida de la Luz. Así mismo, en la propia Amoris laetitia dice con gran fuerza que cualquier forma de relativismo sería una falta de fidelidad al evangelio.
¿”Amoris laetitia” coloca a la Iglesia en un riesgo de cisma?
El cisma surge cuando se fractura la comunión. La comunión con el Sucesor de Pedro se basa en la fe, es decir, en la certeza de que Cristo no abandona ni a Francisco ni a su Iglesia. El Concilio Vaticano II nos enseña que el Papa es el principio y fundamento perpetuo y visible de unidad en la Iglesia. Posee potestad plena, suprema y universal. Sólo hay cismas visibles o encubiertos cuando al interior del corazón dejamos crecer nuestra propia vanidad y soberbia. Los “académicos” e “intelectuales” somos especialistas en este tipo de vicios pero estamos llamados a superarlos si nos dejamos acompañar y educar.
¿Qué mensaje le compartiría al profesor Spaemann y a quienes simpatizan con sus cuestionamientos?
La desproporción intelectual entre el profesor Spaemann y su servidor es inmensa. Lo único que me atrevo a decir con afecto pero con verdad es que María abrazó el anuncio del Ángel no porque todas sus dudas se hubieran despejado. Lo decisivo fue que Ella había sido como dispuesta por dentro desde antes. Su corazón, lleno de libertad, ¡lleno de gracia! y sin arrogancia, estaba disponible a acoger con fe la palabra del mensajero de Dios.
Y, por último, ¿no es legítimo tener discrepancias con el Papa?
Es legítimo tener discrepancias con Francisco en tal o cual afirmación. Por ello, se debe buscar resolver las dudas, con humildad, con paciencia, y sin creerse ya poseedor de la verdad. El camino puede ser lento, pero el fruto sobrenatural será grande. Lo que me parece gravemente imprudente es hacer una declaración pública que cuestiona la autoridad del legítimo sucesor de Pedro y que convoca abiertamente a una actitud de resistencia en la que “cada obispo y sacerdote” deba “defender” una enseñanza distinta a la que nos regala Amoris laetitia, tal y como hace el profesor Spaemann en la entrevista recién publicada.
Bueno, y algo más: este debate se da en el marco del Año de la Misericordia…
Para mí es motivo de una profunda reflexión. Justo en el momento en que Dios nos regala gracias especiales para el perdón, el reencuentro y la comunión existe como una sutil subversión revestida de una aparente “ortodoxia” que busca boicotear aquí y allá el que todos podamos reconocernos pecadores, reconciliarnos y acogernos a la misericordia de Dios. Esto es un misterio.
Por otra parte, respondo a esta entrevista el día 29 de abril, fiesta de Santa Catalina de Siena. Ella en algún momento en el que los cardenales criticaban duramente al Papa Gregorio XI se dirige a él a través de diversas cartas con palabras que tal vez sean hoy oportunas: “Valor, Padre mío. Sed hombre. Os digo que nada tenéis que temer… No seáis un niño tímido. Sed hombre, y tomad como dulce lo que es amargo… Obrad virilmente, que Dios está de vuestra parte. Ocupaos en ello sin ningún temor; y por más que veáis fatigas y tribulaciones, no temáis, confortaos con Cristo, dulce Jesús… Que entre las espinas nace la rosa, y entre muchas persecuciones brota la reforma de la Iglesia”.
La entrevista en la que Robert Spaemann hace esas declaraciones contra el Papa Francisco fue publicada por CNA en alemán, y tiene una versión en español, publicada por el portal Infocatolica.

 

http://infocatolica.com/?t=noticia&cod=26522

ROBERT SPAEMANN ASEGURA QUE «AMORIS LAETITIA» ROMPE CON LA ENCÍCLICA «VERITATIS SPLENDOR»

 

San Juan Pablo II lo tuvo como consejero. Benedicto XVI lo aprecia como amigo. Es considerado el filósofo alemán católico más importante de las últimas décadas: Robert Spaemann. En una entrevista exclusiva con la CNA alemana, el profesor emérito de filosofía expresa su lectura de Amoris Laetitia, el documento postsinodal de casi 300 páginas del Papa Francisco que fue presentado el 8 de abril.
29/04/16 8:01 AM 

 (CNA/InfoCatólica) Entrevista a Robert Spaemann:

Profesor Spaemann, usted ha acompañado con su filosofía los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI. Muchos creyentes hoy en día discuten si la exhortación post-sinodal «Amoris Laetitia» de Francisco puede ser leída en continuidad con las enseñanzas de la Iglesia y de estos papas.

Para la mayor parte del texto es posible, a pesar de que su línea da lugar a conclusiones que pueden no ser compatibles con las enseñanzas de la Iglesia. En cualquier caso, el artículo 305, junto con la nota 351, que establece que los fieles «en una situación objetiva de pecado» pueden ser admitidos a los sacramentos «debido a circunstancias atenuantes» contradice directamente el artículo 84 de la «Familiaris Consortio» de Juan Pablo II.

¿Qué deseaba Juan Pablo II?

Juan Pablo II declara la sexualidad humana «símbolo real de la donación de toda la persona» y «sin ninguna limitación temporal ni de ningún tipo». El artículo 84 dice, entonces, con toda claridad que los divorciados vueltos a casar, si desean acceder a la comunión, deben renunciar a los actos sexuales. Un cambio en la práctica de la administración de los sacramentos por tanto no sería un «desarrollo» de la «Familiaris Consortio», como dijo el cardenal Kasper, sino una ruptura substancial con su enseñanza antropológica y teológica sobre el matrimonio y la sexualidad humana.
La Iglesia no tiene el poder, sin que haya una conversión previa, de juzgar positivamente unas relaciones sexuales desordenadas, mediante la administración de los sacramentos, disponiendo anticipadamente de la misericordia de Dios. Y esto sigue siendo cierto, sin importar cuál sea el juicio sobre estas situaciones, tanto en el plano moral como en el plano humano. En este caso, como en la ordenación de mujeres, la puerta está cerrada.

¿No se podría argumentar que las consideraciones antropológicas y teológicas que usted ha mencionado tal vez sean verdaderas, pero que la misericordia de Dios no está sujeta a estos límites, sino que se conecta a la situación concreta de cada persona?

La misericordia de Dios está en el corazón de la fe cristiana en la Encarnación y la Redención. Ciertamente, Dios mira a cada persona en su situación particular. Él conoce a cada una de las personas mejor que lo que ella se conoce a sí misma. La vida cristiana, sin embargo, no es un entrenamiento pedagógico en el que uno se mueve hacia el matrimonio como un ideal, como«Amoris Laetitia» parece sugerir en muchos pasajes. Todo el ámbito de las relaciones, especialmente las de naturaleza sexual, tiene que ver con la dignidad de la persona humana, con su personalidad y libertad. Tiene que ver con el cuerpo como «templo de Dios» (1 Cor 6,19). Cualquier violación de este ámbito, aunque se haya vuelto frecuente, es, pues, una violación de la relación con Dios, a quien los cristianos se saben llamados; es un pecado contra su santidad, y tiene siempre y continuamente necesidad de purificación y conversión.
La misericordia de Dios consiste precisamente en que esta conversión se hace posible continuamente y siempre de nuevo. La misericordia, desde luego, no está vinculada a determinados límites, pero la Iglesia, por su parte, está obligada a predicar la conversión y no tiene el poder de superar los límites existentes mediante la administración de los sacramentos, haciendo así violencia a la misericordia de Dios. Esto sería orgullosa arrogancia.
Por lo tanto, los clérigos que se atienen al orden existente no condenan a nadie, sino tienen en cuenta y anuncian este límite hacia la santidad de Dios. Es un anuncio saludable. Acusarlos injustamente, por esto, de «esconderse detrás de las enseñanzas de la Iglesia» y de «sentarse en la cátedra de Moisés... para lanzar piedras a la vida de las personas» (art. 305), es algo que no quiero ni comentar. Se debe notar, sólo de pasada, que aquí se utiliza, jugando con una deliberada interpretación errónea, ese pasaje del Evangelio. Jesús dice, de hecho, sí, que los fariseos y los escribas se sientan en la cátedra de Moisés, pero hace hincapié en que los discípulos deben practicar y observar todo lo que ellos dicen, pero no deben vivir como ellos (Mt 23: 2).

El Papa quiere que no nos centremos en las frases individuales de su exhortación, sino que se tenga en cuenta todo el trabajo en su conjunto.

Desde mi punto de vista, centrarse en los pasajes antes citados está totalmente justificado. Delante de un texto del Magisterio papal no se puede esperar que la gente se alegre por un hermoso texto y disimule como si nada ante frases cruciales, que cambian la enseñanza de la Iglesia. En este caso sólo hay una clara decisión entre el sí y el no. Dar o negar la comunión: no hay término medio.

Francisco en su escrito enfatiza repetidamente que nadie puede ser condenado para siempre.

Me resulta difícil entender lo que quiere decir. Que a la Iglesia no le es lícito condenar a nadie personalmente, y mucho menos eternamente - lo cual, gracias a Dios, ni siquiera puede hacer - es claro. Pero, cuando se trata de relaciones sexuales que contradicen objetivamente el orden cristiano de la vida, entonces realmente quisiera que el Papa me dijera después de cuánto tiempo y bajo qué circunstancias un comportamiento objetivamente pecaminoso se convierte en una conducta agradable a Dios.

Aquí, entonces, ¿se trata realmente de una ruptura con la enseñanza tradicional de la Iglesia?

Que se trata de una ruptura es algo evidente para cualquier persona capaz de pensar que lea los textos en cuestión.

¿Cómo se ha podido llegar a esta ruptura?

R. - Que Francisco se coloque en una distancia crítica respecto a su predecesor Juan Pablo II ya se había visto cuando lo canonizó junto con Juan XXIII, cuando se consideró innecesario para este último el segundo milagro que, en cambio, se requiere canónicamente. Muchos con razón han considerado esta opción como manipulación. Parecía que el Papa quisiera relativizar la importancia de Juan Pablo II.
El verdadero problema, sin embargo, es una influyente corriente de la teología moral, ya presente entre los jesuitas en el siglo XVII, que sostiene una mera ética situacional. Las citas de Tomás de Aquino referidas por el Papa en «Amoris Laetitia» parecen apoyar esta línea de pensamiento. Aquí, sin embargo, pasa por alto el hecho de que Tomás de Aquino conoce actos objetivamente pecaminosos, para los que no admite excepción vinculada a las situaciones. Entre éstas se incluyen comportamientos sexuales desordenados. Como había hecho ya en los años cincuenta el jesuita Karl Rahner en un ensayo que contiene todos los argumentos esenciales, válidos aún hoy, Juan Pablo II rechazó la ética de la situación y la condenó en su encíclica «Veritatis Splendor».
«Amoris Laetitia» también rompe con esta encíclica. En este sentido, pues, no hay que olvidar que fue Juan Pablo II quien dedicó su pontificado a la misericordia divina, le dedicó su segunda encíclica, descubrió en Cracovia el diario de Sor Faustina y, más tarde, la canonizó. Él es su intérprete auténtico.

¿Qué consecuencias ve usted para la Iglesia?

Las consecuencias ya se pueden ver ahora. La creciente incertidumbre y la confusión: desde las conferencias episcopales al último sacerdote en la selva. Hace sólo unos días un sacerdote del Congo me expresó toda su perplejidad frente a esto y frente a la falta de una orientación clara. De acuerdo con los pasajes correspondientes de «Amoris Laetitia», en presencia de «circunstancias atenuantes» no definidas, pueden ser admitidos a la confesión de los demás pecados y a la comunión no sólo los divorciados y vueltos a casar, sino todos los que viven en cualquier «situación irregular», sin que deban esforzarse por abandonar su conducta sexual y, por tanto, sin confesión plena y sin conversión.
Cada sacerdote que se atenga al ordenamiento sacramental previo podría sufrir formas de intimidación por parte de sus fieles y ser presionado por su obispo. Roma ahora puede imponer el requisito de que sólo sean nombrados obispos los «misericordiosos», que estén dispuestos a suavizar el orden existente. Con un trazo el caos ha sido erigido como principio. El Papa debería haber sabido que con esa medida divide la Iglesia y abre la puerta a un cisma. Este cisma no residiría en la periferia, sino en el corazón mismo de la Iglesia. Dios no lo quiera.
Una cosa, sin embargo, parece segura: lo que parecía ser la aspiración de este pontificado - que la Iglesia superara su autoreferencialidad para salir al encuentro de las personas con un corazón libre - con este documento papal se aniquiló por tiempo indefinido. Se puede esperar un impulso secularizador y un nuevo descenso en el número de sacerdotes en muchas partes del mundo. Se puede comprobar fácilmente, desde hace tiempo, que los obispos y diócesis con una actitud inequívoca en materia de fe y moral tienen el mayor número de vocaciones sacerdotales. Hay que tener en cuenta aquí lo que escribe San Pablo en su carta a los Corintios: «Si la trompeta da un sonido incierto, ¿quién se preparará para la batalla?» (1 Cor 14: 8).

¿Qué va a pasar ahora?

Cada cardenal, pero también cada obispo y sacerdote está llamado a defender en su propio campo el orden sacramental católico y profesarlo públicamente. Si el Papa no está dispuesto a hacer correcciones, le tocará al siguiente pontificado poner oficialmente las cosas en su sitio.

Traducido al español por InfoCatólica
Texto original en CNA

 

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